Como padre, puede ser increíblemente angustioso ver cómo tu hijo se asusta. Tanto si se trata de verle llorar cuando se despide de la guardería como de consolarle cuando se despierta aterrorizado después de una pesadilla, es natural que quieras hacer todo lo posible para calmar los miedos de tu bebé.
A medida que el bebé se convierte en un niño pequeño, surgen nuevos miedos. Los sustos forman parte de la vida y tener miedo de ellos es una parte natural del desarrollo de tu hijo. Pero la buena noticia es que la mayoría de los miedos de la infancia aparecen con un calendario relativamente predecible, lo que significa que puedes prepararte con antelación y saber qué esperar.
Además, la mayoría de los miedos desaparecen por sí solos con el tiempo. Esto es especialmente cierto si ayudas a tu hijo a tranquilizarse y a adquirir las habilidades necesarias para superar sus nuevos miedos.
Los primeros miedos de un niño desde que es bebé
Cuando el bebé nace, sus mayores temores son relativamente sencillos: No quiere que lo dejen en el suelo, que lo dejen solo o que lo asusten los ruidos fuertes.
“Los recién nacidos tienen este mecanismo de respuesta incorporado de “me has puesto en el suelo” o “me estoy cayendo” o “ese es un ruido fuerte y aterrador que me ha hecho sobresaltarme”, explica Wanjiku Njoroge, director médico de la Clínica del Niño Pequeño y Director del Programa de Becas de Psiquiatría para Adolescentes en el Hospital Infantil de Filadelfia. “Estos son apropiados para el desarrollo”.
A continuación, vienen la ansiedad ante los extraños y la ansiedad de separación. Estos dos miedos apropiados para el desarrollo suelen aparecer por primera vez cuando el bebé se acerca a los seis u ocho meses de edad.
“Una vez que los bebés se mueven y se dan cuenta de que las cosas siguen existiendo cuando se pierden de vista, les hace pensar ¿a dónde vas? ¿Quiero que vuelvas?”, explica Lauren Knickerbocker, psicóloga de niños y adolescentes del Centro de Estudios Infantiles del Hospital Infantil Hassenfeld de la NYU Langone.
Estas ansiedades pueden alcanzar su punto álgido en torno al año de edad, dice, y pueden ser muy intensas. Es posible que tu bebé haya estado bien al dejarle en la guardería, pero que ahora grite y trate de aferrarse a ti, lo que puede hacerte sentir muy ansiosa, triste o angustiada. A pesar de lo difícil que puede ser esta ansiedad por separación, también es totalmente normal.
Cómo puedes hacerlo más fácil
Puede ser difícil consolar a tu bebé a esta edad porque aún no tiene palabras para explicar cómo se siente. También es posible que te cueste saber qué decir o cómo reaccionar ante sus lágrimas. Sin embargo, hay cosas que puedes hacer para ayudar a tu bebé a superar la ansiedad por separación:
No te escapes de él. En su lugar, establece una rutina de despedida que siempre sea igual. Por ejemplo, dale un abrazo y luego dile que volverás pronto.
Juega al escondite. Esto ayuda a enseñarles que, aunque no te vean, vas a volver.
Establece rutinas. Esto puede ayudar a tu hijo a aprender qué esperar durante las despedidas.
Haz una pausa limpia. Es decir, no mires hacia atrás cuando les dejes en la guardería ni les des un abrazo extra cuando les oigas llorar. Si prolongas la despedida hoy, la empeorarás mañana.
Miedos de los niños pequeños
A medida que tu hijo se acerca a su segundo cumpleaños, puede empezar a desarrollar nuevos miedos que parecen surgir de la nada. Por ejemplo, puede que le aterrorice tocar la hierba de fuera o que grite al ver la aspiradora.
También pueden tener miedo a los perros, al agua, a la oscuridad, a los insectos o incluso a una grieta en el plato de la cena. Estos miedos -por muy extraños que sean- también son totalmente apropiados para el desarrollo.
¿De dónde vienen estos miedos?
“Desde el punto de vista del desarrollo, el bebé está explorando su mundo con mayor independencia y autonomía”, explica Njoroge. “Así que su mundo es ahora mucho más amplio de lo que era cuando no podían darse la vuelta”. Por eso, cuando se encuentran con algo nuevo por primera vez, puede asustarles, incluso cuando ese algo nuevo es tan sencillo como una rana saltando en la hierba.
Además, dice Knickerbocker, “a medida que los niños se desarrollan cognitivamente, empiezan a clasificar las cosas en categorías, por lo que pueden empezar a pensar en las cosas como potencialmente arriesgadas o peligrosas”. Los niños pequeños también son capaces de recordar las cosas durante un periodo de tiempo más largo, lo que significa que si algo les asusta -como un perro que ladra de camino al colegio o una visita al médico que acaba en una inyección- es mucho más probable que lo recuerden.
Cuando tu hijo empieza a acercarse a la edad preescolar, puede desarrollar nuevos miedos a lo desconocido. Esto se debe a que empiezan a desarrollar una imaginación activa. Esto explica, por ejemplo, por qué la oscuridad puede ser mucho más aterradora de lo que solía ser para ellos. De repente, la oscuridad puede hacer que se preocupen por lo que se esconde fuera de la vista en la noche.
“Algunos niños tienen ideas diferentes sobre lo que ocurre en la oscuridad”, explica Njoroge, y por eso algunos niños tienen miedo de los monstruos que se esconden bajo la cama o de las arañas en los recovecos de su habitación.
Si quieres ver cambios en tu hijo, la conexión con ellos y su mundo interior es el primer paso, pero no siempre, el que se da. Su mundo interior se cultiva con tiempo, dedicación y cuanto antes empiecen mejor.
Este eBook te va ayudar a conectar con tu hijo y ofrecerle herramientas para manejar esos momentos de ansiedad, tristeza, enojos y berrinches en los cuales es muy probable que ni el mismo entienda QUE le está pasando.
Cómo calmar los nuevos miedos
Lo más probable es que tu hijo supere sus nuevos miedos cuando empiece a entenderlos mejor. Pero, como padre, también puedes facilitar este proceso ayudándole a entender lo que le asusta y ayudándole a desarrollar las herramientas necesarias para vencer sus miedos.
Averiguar qué es lo que falla
Esto parece fácil, pero cuando tu hijo es muy pequeño, es posible que no tenga las habilidades lingüísticas necesarias para articular completamente lo que le ocurre. Así que tendrás que jugar a los detectives para determinar la causa de su miedo.
A medida que tu hijo crezca, puedes empezar a preguntarle qué es lo que le asusta. Intenta que sea específico. Por ejemplo, si su hijo tiene miedo de conducir por la noche en el coche, intente averiguar a qué le teme exactamente. ¿Le pone nervioso perderse o tener un accidente? ¿O tiene miedo porque no puede ver a sus padres cuando su asiento está orientado hacia atrás?
Valida sus miedos
Aunque sus miedos parezcan tontos o irracionales, intenta comprender y validar sus emociones. No te rías, ni te burles, ni desprecies sus temores, porque eso puede ser contraproducente y empeorarlos.
En lugar de decir “eso no da miedo” o “estás bien”, hay que validarlo. Di cosas como ‘veo que eso es muy duro para ti’ o ‘sé que parece muy aterrador cuando el perro ladra'”, dice Knickerbocker. “Asóciate con ellos y hazles sentir que estás en su rincón”.
No evites, conquista
Cuando tu hijo se asusta, es fácil sobrecompensar y tratar de evitar el objeto o la situación que desencadenó su ansiedad. “Algunos padres, en su afán por mantener a su hijo feliz, se vuelven sobreprotectores”, explica Njoroge. “Así que, si a su hijo no le gustaba la hierba, entonces evitan la hierba”.
El problema es que, si se hace esto, se tiende a dejar que el miedo crezca y se convierta en un problema mayor a largo plazo.
“El sello distintivo de la ansiedad que echa raíces es la evitación”, explica Knickerbocker. “En lugar de eso, lo que debes hacer es pensar en cómo puedes -incluso si dejas la situación por un minuto para reagruparte- volver de alguna manera pequeña. Esto ayuda a que tu hijo salga con la sensación de que has tenido algún éxito sobre su miedo”.
Así que, por ejemplo, si tu hijo tiene miedo de estar en la hierba, está bien que lo cojas y lo consueles. Pero no le evites la hierba durante el resto del día. En lugar de eso, ayúdale a reencontrarse con la hierba poco a poco -y a su propio ritmo- sentándose en una manta y tocando algunas briznas de hierba con los dedos. Sé lento y paciente, pero sigue reexponiéndoles a lo que les da miedo.
Resuelvan juntos los problemas
Una de las mejores formas de ayudar a tu hijo es ayudándole a elaborar un plan para vencer el miedo juntos mediante pequeños ajustes. Por ejemplo, si su hijo tiene miedo a la oscuridad, hable con él y vea si se siente cómodo utilizando una luz nocturna o dejando la puerta abierta una rendija. O, si su hijo tiene miedo del secador de manos en el baño público, recuérdele antes de entrar en el baño y resuelva con él cómo pueden superar la experiencia juntos. “Tal vez ese plan sea taparse los oídos, o ir lo más rápido posible, o cantar ‘Soy una pequeña tetera'”, dice Knickerbocker.
Lo importante es que tu hijo sienta que tiene cierto control sobre cómo afrontar la situación. Así que incluso si su idea es usar un “spray para monstruos” (también conocido como agua en una botella de spray) para deshacerse de todos los monstruos en su habitación cuando oscurezca, o poner un animal de peluche favorito “de guardia” en su puerta, está bien, siempre y cuando le proporcione algo de comodidad.
Explique cómo funcionan las cosas
A medida que su hijo se hace mayor y siente más curiosidad por el mundo, puede ser útil explicarle cómo funcionan las cosas para eliminar el misterio de lo desconocido. Si su hijo tiene miedo de que le succione el desagüe cuando se bañe, explíquele -o demuéstrele- por qué no podría ocurrir. “Asegúreles que son demasiado grandes para que eso ocurra, y luego hágales experimentar”, dice Njoroge. “Poner cosas en la bañera, como un barco de juguete, y mostrarles cómo el juguete no puede caber en el desagüe para que ellos tampoco lo hagan”.
Los libros también pueden ser una forma de aprender sobre cosas nuevas y potencialmente aterradoras, como las arañas, los insectos o los lobos, desde una distancia segura. “Leer libros en los que hay un monstruo puede ayudar a los niños a hablar de sus miedos y a empezar a aprender a través de las historias cómo la gente los supera”, explica Knickerbocker.
Practicar con el juego de simulación
El juego de roles puede ser una forma eficaz de exponer a su hijo a lo que le asusta de forma segura, al tiempo que le ayuda a prepararse para encontrarse con el objeto o acontecimiento que le da miedo en la vida real. Esto puede ser especialmente eficaz antes de una cita con el médico, por ejemplo.
“Ayude a sus hijos a practicar la aplicación de inyecciones a sus muñecos y a repasar lo que ocurrirá”, explica Knickerbocker. “Este tipo de práctica simulada puede ayudar a los niños a sentir que saben cómo afrontar lo que les espera porque lo han hecho antes con sus muñecos”.
Las recompensas están bien
Intenta no mentir ni endulzar las cosas. Si un disparo va a doler, sé sincero y hazles saber que puede escocer. Pero para ayudarles a prepararse, es habitual ofrecerles una recompensa -como ir a tomar un desayuno especial o un batido después- a cambio de que sean valientes.
No compartas tus miedos
Algunos miedos son aprendidos. Los niños pueden percibir tu ansiedad, así que, si compartes tus miedos, podrían aprender a desarrollar tus mismas ansiedades. Por ejemplo, si actúas con miedo a los aviones, ellos podrían pensar que también hay algo que temer de los aviones.
Si no dejas de señalarles los posibles peligros mientras juegan o les dices que no hagan algo, puedes hacerles pensar que todo es peligroso. Esto puede afectar a su visión del mundo y provocarles ansiedad en el día a día.
Cuándo llamar al pediatra
Los niños suelen superar la mayoría de sus miedos infantiles. Sin embargo, en algunas situaciones, sus miedos pueden volverse debilitantes a menos que reciban ayuda de un profesional. He aquí algunos signos a los que hay que prestar atención:
- Síntomas físicos: Los niños que padecen ansiedad grave suelen quejarse de dolores físicos, como dolores de cabeza o de estómago. A veces, estos dolores pueden parecer incluso ilógicos. Por ejemplo, algunos niños pueden decir que les duele el tobillo porque tienen miedo.
- Sus miedos se han apoderado de ellos: Si las ansiedades de tu hijo interfieren en las actividades normales o en vuestra vida familiar, esto no es normal. Así, si tu hijo ya no quiere ir a ningún sitio porque tiene miedo de tropezar con un perro, o no duerme nunca por la noche, debes consultar a un médico.
- Problemas para dormir: Algunas pesadillas son normales, pero cuando las pesadillas son recurrentes y persistentes, podría ser una señal de que algo más está sucediendo.
- Sus miedos se intensifican: Si sus ansiedades parecen empeorar con el tiempo en lugar de mejorar, podría ser una señal de que sus miedos se están convirtiendo en fobias.
- No se puede calmar: Si tu hijo sigue hablando de lo que le ha asustado durante horas y días, o si su reacción al desencadenante del miedo parece ser demasiado extrema, llama al médico de tu hijo.
Dado que los miedos infantiles son muy normales, es importante que defiendas a tu hijo si experimenta este tipo de reacciones extremas. Así, el pediatra podrá remitirle a un psicólogo infantil o a otro experto para que le preste la ayuda que necesita.