Aunque ahora mismo nos venga a la cabeza alguna que otra persona rencorosa que hayamos conocido, hay un aspecto que no debemos descuidar. Esta dimensión, este sentimiento profundo (y sin duda autodestructivo) no lo experimentan exclusivamente quienes no saben practicar el sano ejercicio del perdón. En realidad, este tema tiene su profundidad, sus matices y dimensiones contrastantes en las que todos podemos derivar en un momento dado.
Así, cabe decir que más allá de lo que pueda parecer estamos ante un tipo de sentimiento muy recurrente. Lo experimentan, por ejemplo, quienes han sido heridos, abandonados o traicionados por su entorno familiar. Lo sufren quienes han sido engañados en su relación afectiva. El resentimiento es también ese sentimiento permanente que habita en quienes han sobrevivido a una guerra o a un conflicto armado. Son situaciones como vemos comprensibles, aunque no saludables desde el punto de vista psicológico.
Traición, agresión y simplemente insensibilidad: las personas pueden lastimarnos de mil maneras y perdonar no siempre es fácil.
Ya sea que haya sido bloqueado en el tráfico, despreciado por su suegra, traicionado por su cónyuge o mal hablado por un compañero de trabajo, la mayoría de nosotros nos enfrentamos a una variedad de situaciones tanto serias como mundanas entre las que podemos elegir. reflexionar o perdonar. Pero el perdón, como tantas cosas en la vida, es más fácil decirlo que hacerlo.
Dicho esto, hay muchos beneficios inherentes a aprender a perdonar, incluso más beneficios para la persona que perdona que para la persona que recibe el perdón. No es necesario que olvides lo que dijeron, a pesar del viejo refrán, pero dejar ir la ira y el resentimiento hacia alguien puede hacer maravillas en tu salud mental.
¿Demasiado rencoroso para perdonar en una relación de pareja y repararla?
Las personas rencorosas tienen un interior seguro. En él se esconde el peso de un agravio, el dolor de un engaño, de una traición o incluso de un abandono u ofensa. Esa caja está blindada por una razón obvia: no quieren olvidar ni un matiz de lo ocurrido. Así, a todo ese daño moral comprimido y seguro, se le suma esa tristeza que en un momento dado mutó en rabia y luego en odio.
Además, a todo este entramado psicológico se le suele añadir un último componente: el del deseo de venganza. No en sentido directo ni con componentes violentos. Porque lo que se desea en la mayoría de los casos es que, de alguna manera, la misma moneda, el mismo sufrimiento y en las mismas condiciones le sean devueltas a esa persona que nos hizo daño. Por ello, y sabiendo esto, es común que las personas rencorosas presenten las siguientes características.
Incapacidad para perdonar
A veces perdonar es muy complicado, lo sabemos. Sin embargo, debemos tener claro que el perdón es ante todo ese paso que nos permite cerrar una etapa y recuperar el equilibrio emocional. Así, y respecto a este tipo de perfiles caracterizados por un profundo rencor, cabe señalar que además de no querer perdonar, alimentan su propio sufrimiento recordando diariamente el peso de la ofensa o daño sufrido.
Por tanto, hay una retroalimentación constante y con ella una intensificación del sufrimiento. De hecho, estudios como el realizado en la Universidad de Pisa y publicado en la revista Frontiers in Human Neuroscience, revelan que alimentar el resentimiento abre aún más la herida emocional. Sin embargo, el acto de perdonar regula una gran cantidad de estructuras neuronales, favorece la calma, reduce el estrés y activas áreas como la corteza prefrontal (relacionada con la resolución de problemas).
Pensamiento dicotómico
O estás conmigo o estás en mi contra. Las cosas son blancas o negras, o me ayudas o me traicionas. Este tipo de enfoque forma una clara distorsión cognitiva. Es un esquema de pensamiento muy rígido del que las personas rencorosas ni siquiera son conscientes porque están acostumbradas a rozar siempre los extremos, a situarse en posiciones muy polarizadas donde lo único que consiguen es establecer enormes y amargas distancias con quienes les rodean.
El orgullo que no deja tregua
El orgullo es un caballo de batalla que lo invade todo, lo destruye y lo transforma. Esta característica hace que este tipo de personas estén siempre a la defensiva, y que como mínimo se sientan dolidas y muy dolidas. No es fácil convivir, dialogar o llegar a acuerdos con quienes siempre se dejan llevar por el orgullo, por esa actitud que se lo toma todo personalmente.
Incapacidad para abordar las necesidades emocionales y psicológicas.
Pueden hacernos daño a todos. A su vez, y como es de esperarse, tenemos todo el derecho a experimentar sentimientos negativos hacia quienes nos hacen daño. Sin embargo, hay un aspecto que ya no entra dentro de la normalidad psicológica: mantener permanentemente ese enojo, ese recuerdo doloroso y la huella que lo acompaña, la misma que termina transformándose en amargura crónica.
Tenemos la plena obligación de aceptar lo aceptado y seguir adelante. Avanzar no es olvidar, ni mucho menos, sino aprender a utilizar determinadas estrategias psicológicas para afrontar las heridas y permitirnos nuevas oportunidades. Así, quien no lo hace, quien no es capaz de dar una salida válida a tanta rabia y amargura, acaba haciendo del resentimiento su forma de vida.
El desafío del perdón
El perdón puede ser un desafío por varias razones. A veces el perdón puede confundirse con condonar lo que alguien nos ha hecho: “Está bien. ¿Por qué no hacerlo de nuevo? Incluso para las personas que entienden la distinción entre aceptar el mal comportamiento de alguien como “bien” y aceptar que sucedió, el perdón puede ser difícil porque ambos se confunden fácilmente.
El perdón también puede ser difícil cuando la persona que nos hizo daño no parece merecer nuestro perdón. Puede parecer que los estás dejando “libres de culpa”. Si bien este sentimiento es completamente comprensible, es vital recordar que el perdón nos permite dejar de lado la conexión que tenemos con aquellos que nos han hecho daño y seguir adelante, con o sin ellos.
A veces, es difícil recordar que el perdón beneficia más al que perdona que al que es perdonado.
En última instancia, el perdón es especialmente desafiante porque es difícil dejar atrás lo sucedido. Perdonar a alguien que ha cometido un comportamiento inaceptable puede ser difícil cuando tenemos problemas para dejar ir la ira o el dolor que rodea al evento en sí.
Perdona o no Perdonar, ¡he ahí el dilema! es un libro muy liberador que te ayudará a sanar, bien sea para darle un nuevo giro a la relación o avanzar hacia el bienestar personal.
Es bien sabido que cuando se produce una ofensa o una traición, el dolor y la angustia pueden ser muy intensos, y a menudo es difícil perdonar y superar esa experiencia dolorosa. Sin embargo, el perdón es esencial para sanar la relación y avanzar juntos hacia un futuro más saludable y feliz.
La diferencia entre resentimiento y venganza: Impedimentos para perdonar en una relación de pareja
El resentimiento es un tipo de daño moral, por el cual nos sentimos ofendidos y queremos venganza. Surgen emociones como el odio, la ira y el deseo de hacer pagar a la otra persona por lo que nos ha hecho (o creemos que nos ha hecho).
¿Pero son lo mismo el resentimiento y la venganza? Podríamos decir que el resentimiento es el sentimiento de que nos han herido, pero la venganza es cuando nos comportamos de forma hostil y queremos que la otra persona sufra las consecuencias de habernos herido. El rencor y la venganza suelen ir de la mano, aunque esta última no siempre se materializa.
La importancia del perdón
El perdón es bueno para tu corazón, literalmente. Un estudio de 2017 de Annals of Behavioral Medicine fue el primero en asociar un mayor perdón con menos estrés y, en última instancia, una mejor salud mental. Los aumentos en el perdón generaron menos estrés percibido, lo que fue seguido por disminuciones en los síntomas de salud mental (pero no en los síntomas de salud física).
Otra investigación realizada en 2017 mostró que el perdón de “estado” (una disposición intencional, impulsada por un propósito y orientada hacia el perdón) producía en aquellos participantes que emprendieron el perdón sensaciones percibidas de bienestar mental, que incluían reducciones en el afecto negativo, sentir emociones positivas y experimentar emociones positivas. relaciones con los demás, discernir sensibilidades de crecimiento espiritual e identificar un sentido de significado y propósito en la vida, así como un mayor sentido de empoderamiento.
Una investigación publicada un poco antes, en el 2015, vinculaba el perdón con el proverbial olvido. El perdón emocional e intencional influyó en el olvido incidental posterior. El perdón emocional decidido y decidido provoca el olvido y es un primer paso importante en la cascada del perdón.
En resumen, el perdón es bueno para tu cuerpo, tus relaciones y tu lugar en el mundo. Ésa es razón suficiente para convencer a prácticamente cualquier persona de hacer el trabajo de dejar ir la ira y trabajar en el perdón.
Algunas prácticas para superar el rencor
Por otro lado, cuando el rencor se apodere de ti, te aconsejamos que pongas en práctica las siguientes acciones:
Manifiesta tu dolor
Es importante que no te quedes con nada dentro. Para ello, puedes escribir una carta donde expreses lo que estás sintiendo, o hablar con una persona de confianza. Poner nuestras emociones en palabras es una gran herramienta para gestionarlas. No intentes evitar o reprimir lo que sientes, esto sólo empeorará el resentimiento experimentado.
Aceptar lo sucedido
No podemos cambiar las acciones de los demás y mucho menos si ya han ocurrido. Por tanto, no te metas en el pasado y asumas los hechos, por dolorosos que sean.
Identificar el aprendizaje
Cada situación pasada, por negativa que parezca, puede dejarnos una lección. Quizás sea el momento de aprender a no confiar en nadie o dejar de ser tan exigente con quienes nos rodean… Una vez que reconozcas lo aprendido en el futuro podrás evitar estas situaciones.
Trabaja tu autoestima y autocuidado
En la medida en que te sientas bien contigo mismo, tendrás mayor fuerza para afrontar y superar situaciones difíciles. Para ello, cuida tu alimentación, practica ejercicios de relajación, haz algo de deporte, cultiva el tiempo de ocio, conócete a ti mismo, acude a terapia, etc. Estas acciones sin duda te convertirán en una persona más fuerte y sabia.
Cómo perdonar
Puede que perdonar no siempre sea fácil, pero puede serlo con algunos ejercicios y la mentalidad adecuada. Primero, tenga en cuenta que el perdón es algo que usted hace por sí mismo para cortar su vínculo emocional con lo sucedido. (Piense en quitar la mano de un quemador caliente en la estufa; permanece caliente, pero lo aleja por su propia seguridad).
Déjate enojar y llorar
El primer paso para aprender a perdonar no se trata realmente del acto de perdonar, sino más bien todo lo contrario. Antes de que puedas llegar a un punto en el que puedas practicar el perdón, necesitas sentir adecuadamente tus sentimientos sobre el problema.
Eso significa realmente dejarse enojar por lo sucedido. No se trata de convertirte en una víctima o de convertir a la persona que te lastimó en un monstruo de algún tipo, sino simplemente de permitirte sentir tu ira sin reprimirla. Permítete llorar si perdiste a un amigo debido a la situación y saca las emociones de tu cuerpo. Esto puede llevar tiempo y puede implicar prácticas como llevar un diario o terapia de conversación.
Practica la empatía
Cuando alguien te lastima, te traiciona o es francamente malo contigo, puede resultar difícil ponerte en su lugar. Nunca le harías eso a alguien, te dices a ti mismo, y tal vez no lo harías. Pero eso no significa que no hayas estado en situaciones en las que te comportaste mal con otra persona de una manera que pudo haber sido hiriente sin querer.
Puede ser útil tener esto en cuenta al debatir si perdonar o no a alguien; tal vez esa persona generalmente piensa lo mismo sobre sí misma. ¿Es realmente una persona maliciosa? ¿O simplemente se equivocaron y tuvieron un gran error de juicio? A veces, tratar de replantear el comportamiento de alguien de esta manera puede acercarte un poco más a poder perdonar.
Identifica el “por qué” en ti mismo
También puedes tomarte el tiempo para reflexionar por qué todavía te aferras a la ira que estás experimentando. Incluso si lo que la persona te hizo ha impactado drásticamente tu vida, ¿te sirve seguir enojado? ¿Está ayudando en su proceso de curación? Si respondió que no, el perdón podría ser un buen siguiente paso.
Establecer límites
Al aprender a perdonar, es importante recordar que perdonar no significa que tengas que dejar que esa persona vuelva a tu vida. Si alguien no es bueno para tu bienestar, está totalmente bien eliminarlo de tu vida o establecer límites estrictos en el tiempo que pasas con él. El perdón es para ti, no para la persona que te lastimó.
Además, recuerda que estás avanzando y que perdonar a esta persona le permite (o al menos lo que ha hecho) permanecer en el pasado a medida que tú sigues adelante.
¿Qué se podría concluir?
En conclusión, como suele decirse, el rencor es un abismo sin fondo o un páramo sin fronteras. Nadie merece vivir para siempre en semejante escenario. Aprendamos, pues, a construir vías de escape, formas de liberarnos y respirar con mayor tranquilidad y dignidad.