Los niños necesitan entender claramente sus expectativas para comportarse adecuadamente, pero puede ser un reto para los cuidadores establecer límites y comprometerse con ellos. Al principio de mi carrera, escuché que “los límites significan amor” y se me quedó grabado. Los límites ayudan a mostrar a los niños que son amados, cuidados y seguros. Estos son algunos de los retos que he visto para los cuidadores:

  • Establecer límites y hacer un seguimiento constante de lo que se espera.
  • Luchar por el poder y discutir con los niños sobre lo que se espera de ellos.
  • Crear expectativas demasiado complicadas y poco claras.

Los límites están diseñados para enseñar a los niños y ayudarles a crecer. Al trabajar para definir expectativas claras, es importante pensar: “¿Qué le estoy enseñando a mi hijo?”. Esta forma de pensar, junto con los consejos que se dan a continuación, ayudará a que sea más fácil establecer límites.

Poner límites a los niños significa establecer una pauta de comportamiento, incluso cuando no hay una norma oficial en la casa. Dado que no se puede establecer una norma para todo, los límites son esas pautas que surgen en el momento y que son situacionales.

Puede que no tengas una norma oficial que diga: “No golpear las cucharas en la mesa”. Así que puede que tengas que decirle a tu hijo: “Deja de golpear la cuchara, por favor”, si está interrumpiendo la cena.

Poner límites puede ser difícil por varias razones. A veces, los padres se sienten culpables por decir “no”. O quieren evitar la rabieta que seguramente estallará cuando se le diga al niño que tiene un límite. Y, por supuesto, las parejas no siempre están de acuerdo en qué límites establecer con los niños.

Pero los límites son buenos para los niños. Les enseñan un comportamiento adecuado y les dan la oportunidad de perfeccionar algunas de sus habilidades.

Los límites enseñan a los niños la autodisciplina

Poner límites enseña habilidades de autodisciplina. Cuando dices: “Es hora de apagar el videojuego y hacer los deberes”, estás enseñando autodisciplina. Aunque los videojuegos sean más divertidos, es importante ser responsable.

El objetivo final es que los niños aprendan a gestionar todas sus responsabilidades, como los deberes, las tareas y el cuidado de su cuerpo, sin necesidad de recordatorios.

Ayude a su hijo a desarrollar estrategias que le permitan imponerse límites. Dígale a un niño pequeño que “gane al cronómetro” cuando se vista por la mañana y ponga un temporizador de cinco minutos. O dígale a un niño mayor que puede ver la televisión en cuanto termine todos sus deberes.

Los límites mantienen a los niños seguros

Los límites enseñan a los niños a mantenerse seguros. Aunque sea seguro que tu hijo juegue al aire libre, es posible que necesite límites sobre lo que puede hacer o a dónde puede ir cuando juega solo.

Los límites también mantienen a los niños seguros cuando utilizan Internet y cuando empiezan a realizar actividades de forma independiente. Los límites deben ampliarse a medida que su hijo madura.

Dale a tu hijo oportunidades para que te demuestre que puede ser responsable con los límites que le has puesto. Si son capaces de manejar los límites que has establecido, pueden demostrar que están preparados para manejar más responsabilidades.

Crea contratos de gestión de la conducta para ayudar a tu hijo a entender las formas concretas en que reconocerás cuándo necesita menos límites.

Los límites mantienen a los niños sanos

Por naturaleza, la mayoría de los niños son impulsivos y disfrutan de la gratificación inmediata. Por eso necesitan que los adultos les enseñen a ser saludables.

Por ejemplo, hay que poner límites a los hábitos alimenticios de los niños. Sin límites, muchos niños comerían comida basura todo el día. Establecer límites significa decir: “No, no puedes comer una tercera galleta” o “Tienes que comer primero una opción saludable”.

También hay que poner límites a los aparatos electrónicos. Muchos niños se conforman con ver la televisión o jugar con el ordenador todo el día.

Los límites proporcionan límites y estructura a los niños. Establezca límites con el tiempo de pantalla, el ejercicio, la higiene y otras prácticas de salud que fomenten un estilo de vida saludable.

Los limites mantienen a los niños sanos

Los límites ayudan a los niños a enfrentarse a los sentimientos incómodos

A veces los padres evitan poner límites porque no quieren que su hijo esté triste o enfadado. Sin embargo, aprender a lidiar con las emociones incómodas es en realidad una habilidad importante.

El hecho de que tu hijo esté triste por no poder comer esa tercera galleta no significa que debas ceder. Por el contrario, te da una gran oportunidad para enseñarle a tu hijo sobre los sentimientos y ayudarle a encontrar formas saludables de enfrentarse a ellos.

Cada límite que establezcas es una oportunidad para que tu hijo practique la gestión de sus emociones. Entrena sus esfuerzos cuando intente lidiar con la frustración, la ira, el aburrimiento o la tristeza, pero no te responsabilices de animarle o calmarle.

En su lugar, enséñale a hacer esas cosas por sí mismo. Los niños que saben manejar los sentimientos incómodos estarán mejor equipados para las realidades de la vida adulta.

Los límites demuestran a los niños que te importan

A menudo, los niños ponen a prueba los límites sólo para ver cómo reaccionan los adultos. Un niño que pega a su hermano puede sentirse aliviado cuando su padre interviene. O un niño que salta en el sofá después de que le hayas dicho que deje de hacerlo puede estar poniendo a prueba tu capacidad de liderazgo.

Los niños que viven con pocas o ninguna norma experimentan ansiedad. Los niños no quieren estar al mando. Quieren saber que tú estás al mando y que eres competente para ayudarles a mantener el control.

Dar consecuencias negativas por romper las reglas, muestra que no vas a dejar que las cosas se salgan de control. También le enseña al niño que le quieres.

Decirle a un adolescente: “Me preocupo por ti y por eso te doy un toque de queda”, puede molestarle a primera vista. Pero demuestra que está dispuesto a invertir energía en la vida de su hijo, aunque tenga que tolerar escuchar “eres el padre más malo de la historia”.

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Cómo enseñar a los niños sus sentimientos

Los sentimientos son complicados, sobre todo para un niño de 4 años que no entiende por qué no le dejas comer otra galleta o para un niño de 8 años que se enfada porque te han llamado del trabajo y tienes que salir antes del patio.

Es difícil enseñar a los niños los sentimientos porque es un concepto bastante abstracto. Es difícil describir lo que se siente al estar triste, asustado o emocionado. Es importante empezar a enseñar a los niños sobre sus emociones lo antes posible, ya que sus sentimientos afectan a todas sus decisiones.

Los niños que entienden sus emociones son menos propensos a actuar con rabietas, agresividad y desafío para expresarse. Un niño que puede decir “estoy enfadado contigo” tiene menos probabilidades de pegar. Y un niño que puede decir: “Eso hiere mis sentimientos”, está mejor preparado para resolver los conflictos de forma pacífica.

Enseñar a tu hijo a conocer sus emociones le ayudará a ser mentalmente fuerte. Los niños que entienden sus emociones y tienen la capacidad de enfrentarse a ellas estarán seguros de que pueden manejar cualquier cosa que la vida les depare.

Nombra los sentimientos de tu hijo

Enseña a tu hijo de preescolar las palabras básicas de los sentimientos, como feliz, enfadado, triste o asustado. A los niños mayores les vendrá bien aprender palabras de sentimientos más complejas, como frustrado, decepcionado y nervioso.

Una buena forma de ayudar a los niños a aprender sobre los sentimientos es hablar de cómo se sienten los personajes de los libros o de los programas de televisión. Haz una pausa para preguntar: “¿Cómo crees que se siente ahora mismo?”. A continuación, comente los distintos sentimientos que puede experimentar el personaje y las razones de ello.

Hablar de los sentimientos de otras personas también enseña empatía. Los niños pequeños creen que el mundo gira a su alrededor, así que puede ser una experiencia reveladora para ellos aprender que otras personas también tienen sentimientos. Si tu hijo sabe que empujar a su amigo al suelo puede hacer que éste se enfade y se ponga triste, será menos probable que lo haga.

Hablar de los sentimientos

Enséñales a los niños a utilizar palabras de sentimientos en su vocabulario diario. Modele la forma de expresar los sentimientos aprovechando las oportunidades para compartir sus sentimientos. Diga: “Me siento triste porque no quieres compartir tus juguetes con tu hermano hoy. Seguro que él también se siente triste”.

Cada día, pregunte a su hijo: “¿Cómo te sientes hoy?”. Con los niños pequeños, utilice una sencilla tabla con caritas sonrientes si eso les ayuda a elegir un sentimiento y luego hablen de ese sentimiento juntos. Hable de los tipos de cosas que influyen en los sentimientos de su hijo.

Señale cuándo nota que su hijo puede sentir un sentimiento concreto. Por ejemplo, dígale: “Parece que estás muy contento porque vamos a comer helado” o “Parece que te estás frustrando jugando con esos bloques”.

Enseñe estrategias de afrontamiento

Los niños deben aprender que el hecho de que se sientan enfadados no significa que puedan pegar a alguien. En lugar de eso, necesitan aprender habilidades para el manejo de la ira para poder resolver los conflictos de forma pacífica. Enseñe a su hijo de forma proactiva a manejar las emociones incómodas:

Anima a tu hijo a hacer un tiempo muerto

Anímale a ir a su habitación o a otro lugar tranquilo cuando se enfade. Esto puede ayudarles a calmarse antes de incumplir una norma y ser enviados al tiempo de espera.

Anima a tu hijo a hacer tiempo muerto limites a los niños

Enseña a tu hijo formas sanas de afrontar los sentimientos de tristeza

Si tu hijo se siente triste porque su amigo no quiere jugar con él, háblale de las formas de afrontar los sentimientos de tristeza. A menudo, los niños no saben qué hacer cuando se sienten tristes, por lo que se vuelven agresivos o muestran comportamientos de búsqueda de atención.

Proporcione un refuerzo positivo

Refuerce el buen comportamiento con una consecuencia positiva. Elogie a su hijo por expresar sus emociones de una manera socialmente apropiada diciéndole cosas como: “Me gusta mucho la forma en que usaste tus palabras cuando le dijiste a tu hermana que estabas enojado con ella”.

Otra forma estupenda de reforzar los hábitos saludables es utilizar un sistema de recompensas. Por ejemplo, un sistema de economía de fichas podría ayudar a un niño a practicar el uso de estrategias de afrontamiento saludables cuando se sienta enfadado en lugar de volverse agresivo.

Modele las opciones saludables

Si le dices a tu hijo que use sus palabras cuando esté enfadado, pero es testigo de cómo tiras el teléfono después de una llamada perdida, tus palabras no serán efectivas. Modele formas saludables de lidiar con las emociones incómodas.

Señale los momentos en los que se siente enfadado o frustrado y dígalo en voz alta. Diga: “Vaya, estoy enfadado porque ese coche se ha puesto delante de mí”. A continuación, respire profundamente o modele otra habilidad de afrontamiento saludable para que su hijo aprenda a reconocer las habilidades que usted utiliza cuando se siente enfadado.

Vas a tener que trabajar con tu hijo sobre las emociones durante toda su infancia, incluida la adolescencia. Es importante seguir manteniendo conversaciones continuas sobre cómo manejar las emociones de forma saludable.

Cuando su hijo cometa un error, rompiendo algo por enfado o dándose por vencido cuando está frustrado, considérelo una oportunidad para enseñarle a hacerlo mejor la próxima vez. Busca momentos de enseñanza (y ten en cuenta que habrá muchos) para ayudarle a encontrar formas sanas de afrontar los sentimientos.

Cómo funcionan las consecuencias

Cada elección que haces tiene consecuencias positivas o negativas. Por ejemplo, si vas a trabajar, serás recompensado con un sueldo. Si dejas de ir a trabajar, es probable que te despidan: Una consecuencia negativa. Los niños no son una excepción.

Puede empezar a enseñar a sus hijos lecciones de vida sobre sus elecciones desde una edad temprana.

Puede enseñarles que tomar buenas decisiones, como hacer sus tareas o escuchar sus instrucciones, tiene consecuencias positivas. Por el contrario, puedes enseñarles que el mal comportamiento y las malas decisiones, como la agresión física, tienen consecuencias negativas. Las consecuencias influyen en el comportamiento futuro.

Como funcionan las consecuencias limites a niños

Diferencias entre las consecuencias

Los padres suelen confundir el concepto de consecuencias positivas y negativas. Una forma sencilla de recordar la diferencia es que las consecuencias positivas son más proactivas y las negativas son más reactivas.

En otras palabras, las consecuencias positivas están diseñadas para animar a los niños a repetir los buenos comportamientos, mientras que las consecuencias negativas se dan en respuesta a un comportamiento que usted quiere que su hijo cambie.

Aunque es importante dar a su hijo un refuerzo positivo por comportarse de la manera que a usted le gusta, hay veces en las que tendrá que utilizar consecuencias negativas como el tiempo de espera y la pérdida de privilegios. Además, es importante utilizar una combinación de consecuencias positivas y negativas. Utilizar sólo un método no es tan eficaz como tener una variedad de herramientas en su arsenal de crianza.

Consecuencias eficaces

Las consecuencias tienen que ser consistentes para ser efectivas. Si tus hijos se pegan cinco veces y sólo les das una consecuencia negativa tres de ellas, es posible que no aprendan que ese comportamiento es inapropiado. En cambio, si tus hijos saben que cada comportamiento agresivo tendrá una consecuencia negativa, es más probable que dejen de pegarse.

Las consecuencias también funcionan mejor cuando son inmediatas

Esperar a que papá llegue a casa para repartir una consecuencia o decirles a los niños que van a perder una excursión a casa de su amigo dentro de dos semanas no será una consecuencia tan efectiva ahora.  El refuerzo positivo también debe ser inmediato. Y cuanto más joven sea el niño, más inmediato debe ser el refuerzo.

Por ejemplo, no es probable que los niños de 5 años se comporten mejor si tienen que esperar un mes para ganarse una recompensa. Sin embargo, pueden responder a recompensas más pequeñas y frecuentes que se suman a una recompensa más grande y tardía, como ganar una pegatina al final de cada día de buen comportamiento, seguida de un viaje al parque una vez que ganan cinco pegatinas.

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