Una de las mayores dificultades de la crianza de los hijos es saber cuál es la forma correcta de disciplinarlos. Aunque todos estamos de acuerdo en que el maltrato infantil está mal, las opiniones son más variadas cuando se trata de prácticas como los azotes, los gritos o incluso el tiempo fuera.

En general, la crianza severa utiliza tácticas como la agresividad, el aumento de la voz, la culpabilización y la vergüenza. Pero las últimas investigaciones dicen que, aunque estas prácticas parezcan funcionar para modificar el comportamiento de los niños en el momento, los efectos a largo plazo no merecen la pena.

Además, se desaconseja tanto los azotes como los gritos, en favor de un enfoque de aprendizaje positivo. Esto es lo que debes saber sobre la disciplina dura.

¿Qué se considera disciplina dura?

La disciplina dura es cualquier tipo de práctica disciplinaria que busca hacer sentir mal a un niño. Esto incluye las nalgadas o los golpes en la muñeca, pero también abarca la disciplina no física que inflige dolor emocional y mental, como los gritos, los insultos, las reprimendas, la vergüenza o el bochorno público.

La disciplina dura se diferencia del maltrato porque se utiliza de forma intencionada y dentro de un motivo percibido. Cuando los padres utilizan la disciplina dura, eligen ciertas prácticas porque creen que funcionan o son necesarias para abordar ciertos comportamientos. El comportamiento abusivo puede ser más errático y puede ocurrir sin ninguna intención de corregir el comportamiento del niño. Los castigos extremos también pueden ser abusivos.

Golpear y magullar a un niño es un abuso; los azotes son una disciplina dura. Llamar a un niño inútil con regularidad es un abuso; decirle que te da vergüenza ser su padre cuando hace algo mal es un castigo duro.

Efectos mentales de los azotes

El continuo debate que se plantea si los azotes son “realmente tan malos” encuentra su respuesta en la investigación. Los niños cuyos padres utilizaron el castigo corporal mostraron más depresión, ansiedad, arrebatos de ira y agresividad física en la adolescencia. Los comportamientos agresivos hacia el exterior en la infancia se han relacionado con la delincuencia y la violencia más adelante en la vida.

El uso repetido del castigo físico también puede afectar a la relación entre padres e hijos. Los niños cuyos padres les daban nalgadas o les pegaban como forma de disciplina mostraban menos cariño hacia sus padres durante la adolescencia. También era menos probable que intentaran resolver los conflictos con sus padres, presumiblemente porque se sentían menos seguros al expresar su autonomía.

“El uso del castigo corporal también conlleva problemas de autoestima y la vergüenza puede ser perjudicial para aquellos que son azotados con frecuencia. La vergüenza y los problemas de autoestima pueden afectar negativamente a la salud mental general del niño”, afirma el doctor Steven Powell, psiquiatra y asesor clínico especializado.

Efectos mentales en los niños de los azotes

Efectos mentales de la disciplina no física

Los castigos corporales, como las nalgadas, están disminuyendo en Estados Unidos, pero muchos padres no se dan cuenta de que la disciplina verbal dura, como los gritos y la vergüenza, también eleva las hormonas del estrés y afecta al desarrollo del cerebro.

“El cerebro no distingue entre una amenaza física y una emocional”, explica Lauren De Marco, LCSW-C, psicoterapeuta y propietaria de Indigo Counseling.

La disciplina verbal severa crea un ciclo de vergüenza que daña la autoestima y hace mella en la relación padre-hijo.

“Los niños que reciben gritos y vergüenza como forma de castigo también experimentan graves consecuencias psicológicas”, dice Orlesa Poole, LICSW, LCSW-C, trabajadora social y entrenadora de crianza positiva de Managing Motherhood Psychotherapy. “Es probable que interioricen el comportamiento de sus padres y se consideren merecedores de los gritos y la vergüenza. Las técnicas de crianza duras dañan la seguridad del niño en la relación padre-hijo, así como su autoestima.”

Estos efectos mentales de la internalización de la vergüenza son de gran alcance. Por ejemplo, los niños que han sido disciplinados con dureza tienen menos confianza en su capacidad para resolver problemas y regular sus propias emociones, explica Poole.

También son más propensos a actuar y a comportarse de forma agresiva cuando se enfrentan a situaciones difíciles y son más propensos a sufrir depresión infantil y problemas psicológicos de por vida.

La culpa y el resentimiento asociados a la disciplina verbal severa también pueden afectar al vínculo entre padres e hijos. Cuando las emociones se convierten en el castigo, la relación se resiente mucho, explica Laura Goldstein, terapeuta matrimonial y familiar LCMFT del área metropolitana de DC.

Un niño puede sentirse culpable por haber provocado una emoción tan fuerte. Al llegar a la adolescencia, esta culpa suele convertirse en un fuerte resentimiento.

Comportamientos aprendidos

Los padres enseñan a sus hijos con sus acciones, ya sea intencionadamente o no. En consecuencia, un modelo de comportamiento agresivo suele significar que el niño tiene más probabilidades de repetir ese comportamiento con sus compañeros o como adulto en sus relaciones personales.

Para mí, la mayor consecuencia de la crianza dura en los niños es la normalización del comportamiento. Es la teoría básica del aprendizaje social: Los niños repiten lo que ven. Si un niño ve que sus padres manejan las emociones intensas arremetiendo con gritos, avergonzando o pegando, el niño aprende que la agresión es una forma aceptable de manejar la ira.

Efectos mentales en los niños comportamientos aprendidos

La disciplina dura no funciona

Los defensores de la disciplina dura suelen señalar que sí modifica el comportamiento. Citan comportamientos inseguros como huir de los padres o salir a la calle como casos en los que la disciplina dura merece la pena. Pero, ¿enseña realmente una obediencia duradera?

La respuesta sencilla es que no. El refuerzo negativo no logra ese objetivo. Durante los estudios que incluyeron visitas a domicilio, la mayoría de los niños reanudaron un comportamiento negativo a los 10 minutos de haber sido azotados por ello.

Asimismo, avergonzar, pegar o gritar a un niño activa la respuesta de lucha, huida o congelación.

Esta respuesta cerebral de base biológica está destinada a protegernos de una amenaza en nuestro entorno. Entrar en lucha, huida o congelación inhibe la capacidad del niño para utilizar las habilidades de funcionamiento ejecutivo y pensar de forma lógica sobre lo que se le está corrigiendo o los comportamientos que se le piden.

Por fin dejarás de pelear con tus hijos y lograrás que respeten los límites y las normas sin tener que llegar a la fuerza o las faltas de respeto.

Aprenderás la mejor manera de poner castigos y de acordar reparaciones de manera respetuosa.

Qué hacer en su lugar para una buena disciplina

Obviamente, los padres deben utilizar algún tipo de disciplina para enseñar a los niños a desenvolverse en el mundo y mantenerlos seguros. Se promueve un enfoque positivo de la disciplina.

Reforzar los comportamientos adecuados, como señalar cuando un niño muestra amabilidad o sentido de la responsabilidad, es una técnica de crianza positiva, al igual que establecer límites claros, como una hora de acostarse constante.

Cuando los niños se portan mal, la reorientación ayuda a enseñarles lo que deben hacer en su lugar. Si los niños tienen la habitación desordenada, podemos enseñarles, paso a paso, cómo limpiarla. Con mucha práctica y refuerzo positivo, desarrollarán la responsabilidad.

Cuando un niño hace daño a otro, ya sea física o emocionalmente, podemos hablarle de cómo hacer que los demás se sientan bien, a la vez que modelamos la compasión. En lugar de castigarles, podemos ayudarles a solucionar el problema y a aprender a hacerlo mejor.

Cambiar las técnicas de crianza no siempre es tan sencillo como decidirse a hacerlo. Si te criaste con una disciplina dura, es fácil volver a las prácticas de tus padres, especialmente en momentos de mucha presión.

Acudir a un terapeuta infantil que utilice la disciplina positiva o buscar un profesional que te ayude a revertir tus propios comportamientos generacionales puede ayudarte a ser el padre que quieres ser.

Algunas maneras de disciplinar a los niños sin gritar

La mayoría de los padres gritan a sus hijos en algún momento. Sin embargo, para algunos padres, gritar se convierte en un mal hábito.

Los estudios demuestran sistemáticamente que los gritos son una de las ocho estrategias disciplinarias que pueden empeorar los problemas de comportamiento. Esto puede llevar a una espiral descendente: Los gritos conducen a un mal comportamiento que lleva a más gritos.

Otro problema de los gritos es que no enseñan a los niños a controlar su comportamiento. Si a un niño se le grita por pegar a su hermano, no aprenderá a resolver los problemas de forma pacífica. He aquí cómo disciplinar sin gritar.

Establece reglas claras

Es menos probable que recurra a los gritos si ha establecido reglas claras en el hogar. Puede ser útil tener una lista de reglas del hogar en un lugar destacado de la casa.

Cuando se rompan las normas, aplique una consecuencia inmediata.

Resiste el impulso de gritar, regañar o sermonear. Si lo hace, no es probable que sus palabras enseñen a su hijo a hacerlo mejor la próxima vez.

Establecer reglas para disciplinar a un niño

Establezca las consecuencias con antelación

Explique a su hijo con antelación las consecuencias negativas de incumplir las normas. Utilice el tiempo fuera, la retirada de privilegios o las consecuencias lógicas para ayudar a su hijo a aprender de un desliz de comportamiento.

Por ejemplo, puede decir: “Si no haces tus tareas antes de la cena, no habrá televisión por la noche”. A partir de ahí, depende de su hijo tomar buenas decisiones. Como la pelota está en su tejado, es menos probable que le grites para que haga sus tareas.

Considera qué consecuencias pueden ser más efectivas. Ten en cuenta que las consecuencias que funcionan bien para un niño pueden no funcionar para otro.

Proporcione un refuerzo positivo

Motive a su hijo para que siga las normas utilizando un refuerzo positivo. Si hay consecuencias negativas por incumplir las normas, asegúrese de ofrecer también consecuencias positivas por seguirlas.

Elogie a su hijo por seguir las normas. Diga algo como: “Gracias por hacer la lista de tareas justo cuando llegaste a casa hoy. Te lo agradezco”.

Preste a su hijo mucha atención positiva para reducir los comportamientos de búsqueda de atención.

Dedique un tiempo a solas cada día para motivar a su hijo a que siga haciendo un buen trabajo. Si su hijo tiene problemas con determinados comportamientos, puede ser útil crear un sistema de recompensas.

Los sistemas de recompensa, como las tablas de pegatinas, funcionan bien con los niños más pequeños. Los sistemas de recompensa, como las tablas de pegatinas, funcionan bien con los niños más pequeños, mientras que los niños mayores pueden utilizar sistemas de economía de fichas.

Examine las razones por las que grita

Si te encuentras gritando a tu hijo, intenta averiguar por qué reaccionas así. Si gritas porque estás enfadado, aprende estrategias para calmarte. Esto le ayudará a ser un modelo de estrategias saludables de gestión de la ira.

Tómate un tiempo libre para ordenar tus pensamientos. A menos que la situación sea peligrosa, espere a calmarse para disciplinar a su hijo.

Si grita porque su hijo no le hace caso a la primera, pruebe nuevas estrategias para conseguir (y mantener) la atención de su hijo. Quizá quieras practicar cómo dar instrucciones eficaces sin levantar la voz.

Por último, si gritas por exasperación, desarrolla un plan claro para abordar el mal comportamiento del niño. A menudo, los padres gritan amenazas vacías que nunca piensan cumplir, pero no saben qué más hacer.

Una mama reflexiona sobre por que grita

Ofrezca advertencias cuando sea apropiado

En lugar de gritar, advierta a su hijo cuando no le haga caso. Si utiliza una frase del tipo “cuando… entonces”, le hará saber el posible resultado que tendrá si sigue adelante. Di algo como: “Cuando recojas tus juguetes, entonces podrás jugar con los bloques después de cenar”.

Los gritos suelen conducir a una lucha de poder. Cuanto más le grites a un niño para que haga algo, más desafiante será.

Cumplir con lo que se dice

Evita regañar o repetir una advertencia una y otra vez. En lugar de ello, cumpla con la consecuencia para demostrar que va en serio. La disciplina constante es la clave para conseguir que su hijo cambie su comportamiento y se vuelva más obediente.

Tenga en cuenta que quitarle los aparatos electrónicos durante 24 horas o asignarle tareas adicionales hará que su hijo se lo piense dos veces antes de volver a incumplir las normas. Esas consecuencias serán más efectivas que levantarle la voz.

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