La emoción del miedo es una parte fundamental de la experiencia humana. Nuestros cerebros están programados para experimentar el miedo como una forma de advertirnos de que podemos estar en peligro. Aunque cosas como los daños cerebrales pueden afectar a nuestra experiencia o incluso hacer que alguien sea incapaz de experimentar el miedo, la mayoría de las personas sienten miedo alguna vez.

¿Qué es una respuesta de miedo?

Una respuesta de miedo se produce siempre que su perro (o cualquier animal) ve algo que le da miedo, lo que se denomina un desencadenante.

Un desencadenante se define como “un acontecimiento, persona o animal, ruido u otro factor que provoca una reacción no deseada o anormalmente grande”. Si su perro ladra a los perros blancos, entonces los perros blancos se considerarían desencadenantes de la reacción de su perro”.

Cada perro es un individuo único, cada uno tiene miedo de diferentes desencadenantes únicos como aviones, fuegos artificiales, bicicletas, una persona que lleva una bolsa, una persona que lleva un sombrero, perros extraños, extraños o una bolsa/objeto que sopla en el viento. De la misma manera que usted puede tener miedo a las arañas o su familiar puede tener miedo a las alturas.

Sabores del miedo

El renombrado neurocientífico Joseph Ledoux sugiere que la diferencia entre el miedo en los humanos y los animales es que nosotros experimentamos el miedo como un sentimiento. Lo compara con la creación de una sopa, con diferentes ingredientes como la actividad de los circuitos de supervivencia, la excitación cerebral, las respuestas corporales, la retroalimentación, los recuerdos, los pensamientos y las predicciones.3 En presencia de estos diferentes ingredientes neuronales, el miedo surge de forma similar a la manera en que la esencia de una sopa emerge de sus ingredientes y da lugar a nuestro sabor particular de miedo, que podría implicar alguno o todos los cuatro tipos de miedo.

¿Qué ocurre cuando sentimos miedo? ¿Qué medidas toma nuestro cerebro para mantenernos a salvo y cómo respondemos?

El miedo y el cerebro

La experiencia humana del miedo comienza en la amígdala, la parte del cerebro que procesa muchas de nuestras emociones. Cuando la amígdala se activa debido a un posible peligro, provoca la respuesta de miedo. Esto puede ocurrir cuando estamos en peligro real, cuando creemos que estamos en peligro, cuando experimentamos estímulos “aterradores” (como una película de terror, por ejemplo), o cuando la amígdala es estimulada artificialmente.

Mientras la amígdala procesa las experiencias emocionales, el lóbulo frontal y el córtex prefrontal controlan cosas como el lenguaje y el control de los impulsos. Cuando experimentamos miedo, nuestro cerebro redirige la energía a la amígdala, ralentizando el procesamiento en otras áreas. Por eso puede ser difícil hablar o tomar decisiones racionales cuando tenemos miedo.

El miedo y el cerebro

Respuestas al miedo

Cuando experimentamos miedo y la amígdala se activa, nuestro cerebro toma decisiones rápidas sobre qué hacer a continuación. El objetivo de nuestro cerebro es tomar la decisión que nos mantenga a salvo, la opción que nos aleje del peligro percibido con el mínimo daño. Cuando alguien tiene un historial de traumas, su cerebro puede ser más propenso a activar esta respuesta en previsión de futuros peligros.

Esta respuesta puede describirse a través de cuatro categorías: lucha, huida, congelación y cervatillo.

Lucha

El místico Rajneesh dijo: “La ira es el miedo disfrazado”, y esto resume sucintamente la respuesta de lucha. Cuando el cerebro percibe un peligro, puede optar por intentar luchar contra la amenaza. Esto puede manifestarse como un altercado físico o verbal y va acompañado de un intenso sentimiento de ira.

Cuando experimentamos la respuesta de lucha, nuestro cerebro está tratando de alejar el peligro derrotándolo. Si el peligro es real y puede superarse con fuerza física, puede ser una herramienta eficaz para mantenernos a salvo. Pero cuando el peligro percibido no es realmente una amenaza, esto puede meternos en problemas.

Los síntomas de una respuesta de lucha pueden incluir:

  • Puños cerrados.
  • Sensación de enfado.
  • Tensión muscular.
  • Rechinar los dientes o apretar la mandíbula.
  • Pelear físicamente.
  • Golpear una almohada o la pared.
  • Querer herir o matar a alguien.
  • Gritar, discutir o agredir verbalmente.
  • Furia en la carretera.
  • Destruir, romper o lanzar algo.

Huida

Si nuestro cerebro no siente que puede luchar con éxito contra el peligro, puede decidir intentar escapar, desencadenando una respuesta de huida. Básicamente, esta respuesta consiste en intentar alejarse de la situación de peligro lo más rápidamente posible. Si el peligro es algo que se puede dejar atrás, la respuesta de huida puede ser eficaz.

La huida puede manifestarse como:

  • Ponerse inquieto.
  • Abandonar/retirarse de las confrontaciones.
  • Sentirse atrapado.
  • Pupilas dilatadas (pudiendo ver más puntos de vista para las salidas).
  • Sensación de nerviosismo.
  • En casos extremos, eliminación de fluidos corporales (sudor, pero también vómitos, orina, heces, etc. que nos dejarían con menos carga).
  • Ejercicio excesivo.
  • “Huir” de las cosas/responsabilidades.

Congelación

Otra respuesta de miedo es la congelación, es decir, intentar quedarse muy quieto y callado hasta que pase el peligro. Algunas personas con ansiedad social extrema pueden experimentar un mutismo selectivo, en el que se ven incapaces de hablar en situaciones que les provocan ansiedad; este es un ejemplo de la respuesta de congelación en funcionamiento. Sus cuerdas vocales se paralizan debido al miedo y son incapaces de hablar hasta que pase la ansiedad.

Las teorías evolutivas sugieren que la respuesta de congelación podría ser el intento del cerebro de evitar ser detectado por los depredadores, manteniéndose esencialmente muy quieto hasta que la amenaza desaparezca. La respuesta de miedo cierra la capacidad de movimiento del cuerpo, lo que hace que la persona se sienta literalmente congelada o atascada hasta que pase el miedo.

  • Inmovilidad tónica: El cuerpo está completamente paralizado con músculos rígidos y tiesos
  • Inmovilidad colapsada: La presión sanguínea y el ritmo cardíaco descienden, lo que provoca la flacidez de los músculos y/o hace que uno se sienta o se desmaye.

La congelación también puede parecerse a la disociación, en la que no estamos tan conectados a nuestro cuerpo y podemos sentirnos distantes o desconectados. El congelamiento se manifiesta como:

  • Quedarse sin palabras o quedarse en blanco en un altercado.
  • Sentirse congelado en el lugar.
  • Sentir pánico y creer/no poder moverse.
  • Querer entrar en “su cueva”/retirarse.

No lidiar con la amenaza directamente, sino escapar/desconectarse de su cuerpo de otras maneras (atracones, fumar, sexo, cortarse el pelo/las uñas, TV/videojuegos, juegos de azar, FaceBook, teléfono, etc.)

Congelacion respuestas al miedo

Adular

El “adormecimiento” es una respuesta de miedo en la que el cerebro decide intentar complacer a quien está desencadenando la respuesta de miedo para evitar que le cause daño. Esta respuesta es habitual en los supervivientes de un trauma, que pueden intentar evitar el abuso manteniendo al agresor lo más contento posible. Esto también puede manifestarse como conformidad para evitar ser herido.

Si alguien cumple con un agresor para reducir el riesgo de daño físico, no está consintiendo el abuso. Su cerebro simplemente está tratando de mantenerlo lo más seguro posible en una mala situación.

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¿Puedes cambiar tu respuesta al miedo?

Debido a que las respuestas de lucha, huida, congelación y amedrentamiento se eligen tan rápidamente, no solemos decidir activamente qué respuesta es la más eficaz o apropiada en una situación determinada. Estos procesos ocurren automáticamente porque, cuando estamos en peligro, a menudo no hay tiempo para sentarse y sopesar nuestras opciones. Nuestro cerebro simplemente hace lo que puede en el momento. Por desgracia, esto significa que a menudo no tomamos las decisiones más eficaces cuando la amígdala se activa.

Por ejemplo, una persona puede arremeter contra su cónyuge debido a una respuesta de lucha cuando se siente ansiosa por el trabajo. También puede congelarse y ser incapaz de hacer una presentación importante.

La conciencia de nuestras emociones puede ayudarnos a notar cuándo estamos teniendo una respuesta de miedo e intentar reactivar la parte lógica de nuestro cerebro. Cuando nos damos cuenta de que estamos experimentando esta respuesta, podemos intentar tomar una decisión diferente. Las investigaciones demuestran que podemos entrenarnos para responder de forma diferente al miedo.

Las respuestas de miedo frecuentes e intensas cuando no hay una amenaza real pueden ser un signo de ansiedad. Si descubre que evita situaciones que no son realmente peligrosas debido al miedo, se ve envuelto en discusiones frecuentes o antepone los deseos y necesidades de los demás a los suyos en detrimento de los suyos, es posible que esté experimentando respuestas de miedo.

Dado que el miedo es una de las formas en que nuestro cerebro nos mantiene a salvo, no sería saludable no experimentar nunca una respuesta de miedo. Por ejemplo, los primeros humanos que no experimentaron miedo probablemente intentaron acariciar al tigre de dientes de sable en lugar de esconderse, una elección que probablemente no terminó bien para ellos. Queremos que nuestro cerebro perciba con precisión si algo es o no una amenaza y tome la mejor decisión para mantenernos a salvo.

Si sus respuestas de miedo se producen con frecuencia cuando no hay peligro o con más intensidad de la que requiere la situación, es posible que esté experimentando ansiedad. Afortunadamente, la ansiedad puede tratarse mediante terapia, exposición y medicación.

La lucha, la huida, la congelación y el acobardamiento son las formas en que nuestro cerebro nos mantiene a salvo en situaciones potencialmente peligrosas. Entender los mecanismos que hay detrás de estas respuestas puede ayudarnos a ser conscientes de nuestras emociones y a regularlas de forma adecuada y saludable.

¿Por qué es importante aprender sobre el miedo?

La biología nos dice que el miedo aumenta las posibilidades de supervivencia cuando se expresa de forma amistosa y, por el contrario, puede provocar ansiedad y trastornos relacionados con el estrés cuando se suprime o no se trata.

La respuesta de lucha o huida fue descubierta por Walter Canon a principios del siglo XX. Este término ha descrito nuestra respuesta corporal al miedo durante más de un siglo. Desde entonces, los neurocientíficos han avanzado mucho en su comprensión y han caracterizado cuatro tipos de miedo. Estos cuatro tipos de miedo son menos conocidos, pero están muy presentes en nuestros comportamientos y reacciones cotidianos, la mayoría de las veces sin que nos demos cuenta.

¿Por qué sentimos miedo?

Los seres humanos han evolucionado con una serie de comportamientos de defensa innatos, conectados y activados automáticamente, denominados cascada de defensa. Elegir y aplicar rápidamente la respuesta adecuada en una situación de amenaza es fundamental para la supervivencia. En los animales, las reacciones de comportamiento ante las amenazas se dividen en dos categorías generales 1) las que reducen las posibilidades de ser advertidos por los depredadores, como la congelación (pasiva), y 2) las que la potencian (para evitar la captura), como la huida o las estrategias de represalia, como la lucha (activa).

Las defensas pasivas y activas se excluyen mutuamente: una presa no puede huir y luchar simultáneamente, o congelarse y huir. Entender cómo se controlan nuestras respuestas defensivas en el cerebro es importante para quienes ejercen profesiones de alto riesgo y necesitan rendir al máximo en situaciones de estrés.

Recientemente, los investigadores han encontrado células distintas en áreas del cerebro responsables de las respuestas de huida en la amígdala (el centro del miedo en el cerebro). Dos tipos diferentes de neuronas son responsables de las respuestas al miedo. La activación de uno de estos conjuntos de células, que expresa el factor liberador de corticotropina (o CRF, una hormona peptídica implicada en la respuesta al estrés que reduce indirectamente el cortisol), desencadena la huida. La activación del otro conjunto de células, que expresan somatostatina (una hormona peptídica que regula el sistema endocrino y la neurotransmisión), inicia la congelación. Los investigadores sugieren que podemos cambiar rápidamente de una respuesta a otra para garantizar la mayor probabilidad de supervivencia.

Los cuatro tipos de miedo que han garantizado nuestra supervivencia durante tanto tiempo interactúan entre sí de formas que los científicos sólo están empezando a reconocer.

Cuando el SNS se activa, en milisegundos ocurre lo siguiente dentro del cuerpo:

  • Se envían señales nerviosas al cerebro que estimulan la liberación de adrenalina, noradrenalina y cortisol (hormona del estrés).
  • Dilatación de las pupilas.
  • El ritmo cardíaco aumenta.
  • Aumenta la presión arterial.
  • El proceso digestivo se ralentiza.
  • Constricción de los esfínteres urinario y digestivo.
  • Dilatación de los vasos sanguíneos de los principales grupos musculares.
  • Dilatación de los bronquiolos en los pulmones para permitir una respiración más aeróbica.
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