Cómo nos convertimos en personas sumisas
La sumisión es un patrón de comportamiento -y también un estilo comunicativo o de relación- que tiene su origen en la falta de autoestima y, por tanto, es una falta de asertividad.
Ninguna persona tiene una autoestima sana al 100%, por lo que nadie está perfectamente seguro de sí mismo en todos los aspectos y situaciones de su vida. Por lo tanto, todos somos sumisos ante alguien en algún momento porque, por diversas razones, no somos capaces de soportar la presión y defender perfectamente nuestras necesidades o puntos de vista. El problema surge cuando alguien es sumiso en muchos ámbitos de su vida o es siempre sumiso en algún ámbito concreto (por ejemplo, en las relaciones con su pareja/amigo, o con su familia, o en el trabajo, etc.).
Una persona con una autoestima sana es alguien que -en general- se siente bien consigo mismo sin necesidad de denigrar a los demás y confía en su capacidad para ser aceptado por los demás. Por eso tienden a relacionarse de forma asertiva: defienden y expresan sus gustos, opiniones y necesidades con firmeza, pero con respeto, sin intimidar a los demás ni ser una persona tóxica, fomentando así relaciones sanas y equilibradas.
Cuando una persona no tiene una autoestima sana, le resulta más difícil relacionarse de esta manera. A veces es porque consideran a los demás como una amenaza de la que deben defenderse, incluso de forma preventiva. Otras veces es porque no se valoran positivamente y piensan que sus necesidades, sus puntos de vista o sus derechos no son importantes y no tienen que ser tenidos en cuenta y, para no ser excluidos, es mejor dar prioridad a los demás. Entonces se convierten en personas sumisas.
Los que ven amenazas por todas partes y se defienden atacando son personas autoritarias: imponen su posición a los demás. Los que ceden, se callan y anteponen sistemáticamente a los demás porque creen que no son importantes, son personas sumisas.
Ambos estilos tienen consecuencias en el bienestar de las personas. Cuando alguien no da importancia a sus necesidades y puntos de vista, le resulta difícil desarrollarlos y satisfacerlos, lo que puede acabar desembocando en relaciones tóxicas y comportamientos de riesgo por no valorar su bienestar o integridad como se merece.
Además, cuanto más sumisos nos comportamos, más reforzamos un estado vital de indefensión y desesperanza, así como de baja autoestima: cada vez que cedemos innecesariamente, reforzamos en nuestro interior la idea de que no somos importantes, que no debemos ser respetados o que los demás son personas desconsideradas y egoístas que nos toman todo el espacio. Por lo tanto, el estado de ánimo de la persona se ve afectado.
La amabilidad y la empatía son características que valoramos positivamente en los demás, pero si se llevan al extremo, se puede caer en una actitud crónicamente sumisa.
La utilidad o el carácter problemático de ciertas características psicológicas también depende de lo que impliquen en las relaciones con los demás. Nuestro bienestar no emana simplemente de nosotros hacia el exterior, sino que también tiene que ver con los efectos que nuestras actitudes tienen en los demás y cómo nos afectan.
Los rasgos psicológicos de las personas sumisas
A continuación, veremos qué caracteriza a las personas sumisas, y qué significa esto en su día a día.
Evitar el conflicto
Las personas sumisas tienden a evitar la confrontación, por mínima que sea. Esto significa que suelen hacer sacrificios para evitar estos “choques de voluntades”, dedicando tiempo, esfuerzo y recursos para que los demás no se molesten.
A veces, a estas personas les desagrada incluso la idea de que la otra persona se impaciente o se enfade. Esto indica que esta actitud sumisa no suele responder a un afán de instrumentalizar a la otra persona (buscando su protección o influencia), sino que genera un vínculo de dominación total, e incluso mental.
Un pasado doloroso
Aunque no ocurre en todos los casos, muchas veces las personas sumisas tienen un pasado lleno de maltrato o acoso a sus espaldas. Este pasado le hace aprender que los demás atacarán a la mínima, por cualquier excusa, con el más mínimo rastro de frustración o enfado. Esto a su vez hace que los demás acepten el rol dominante que se les otorga.
Perfil de personalidad discreto
Las personas sumisas tienden a no querer llamar mucho la atención. Esto es algo que se hace para evitar conflictos y momentos humillantes en los que cualquier agresión iniciada por otros no podrá ser respondida proporcionalmente.
Tendencia a la timidez
Las personas sumisas no tienen por qué ser introvertidas, pero suelen ser tímidas. Es decir, piensan casi obsesivamente en la imagen que dan, y en lo que los demás piensan de ellos, muchas veces como consecuencia de saberse sumisos y, por tanto, poco valorados socialmente o con muchas posibilidades de causar una mala primera impresión.
Esto hace que apenas inicien conversaciones informales con desconocidos, por ejemplo, y que a veces incluso les cueste iniciar diálogos formales con personas que no conocen bien. De nuevo, esto es una consecuencia de ese intento de mantener un perfil discreto.
Crear vínculos de dependencia
Las personas sumisas adoptan el papel de alguien que necesita protección, por lo que es habitual que establezcan relaciones asimétricas basadas en la dependencia.
En los casos patológicos, como aquellos en los que se ha diagnosticado el Trastorno de Personalidad Dependiente, esto puede llegar al extremo de que no se haga nada que no implique estar cerca de alguien que juega el papel de “protector” y que está acostumbrado a servir en todo.
Falta de asertividad
Las personas sumisas hablan relativamente poco de sus propios puntos de vista, no dedican mucho tiempo a dar sus opiniones y prefieren centrarse en lo que los demás quieren o necesitan. A veces es difícil saber cuáles son sus motivaciones, porque pueden evitar hablar de ellas explícitamente. En general, esto denota una clara falta de asertividad.
Intentan satisfacer a los demás
Otra característica psicológica de las personas sumisas es que no les importa revelar su situación de “parte dominada” en una relación. Aunque a veces adoptan un rol pasivo-agresivo, evitan desobedecer órdenes para no provocar peleas y disputas.
Lenguaje no verbal contratado
Las personas sumisas, como intentan no llamar la atención, hacen que su cuerpo sea lo más discreto posible a través de sus posturas. Es habitual que mantengan la mirada baja, que los brazos y las piernas se muevan poco hacia fuera respecto al eje vertical del cuerpo o que la espalda esté encorvada.
Dicen sentirse mal con relativa frecuencia
Como no hay manera de contradecir a nadie, la única manera que tienen de darse un respiro es hacer que su cuerpo se vaya al extremo. Por eso tienden a cansarse más, o a enfermar más a menudo: pasan por más momentos de estrés y tensión que la mayoría de las personas de su entorno, ya que rara vez se hacen concesiones a sí mismos.
Hablan poco
No sólo se tiende a establecer poco contacto con los desconocidos, sino que también se tiende a hablar menos, y cuando se hace, las conversaciones suelen ser sobre temas poco importantes. De esta forma, no se obliga a que la atención se dirija totalmente a ellos mismos, algo que sí ocurriría si, por ejemplo, se contaran anécdotas de la infancia o se explicaran los proyectos de vida que se están planteando.
La mente funciona como una computadora, y tu mente tiene instalados programas buenos y otros que no lo son tanto, hoy en día podemos reinstalar las creencias que tienes en tu mente para ayudar a que en ti florezca la mejor versión de ti misma.
Cómo arreglar la sumisión que nos perjudica
Más allá de sumisiones puntuales o inevitables, no debemos instalarnos en esta forma de funcionar de forma generalizada, sobre todo si la sumisión que mostramos es muy extrema.
Nadie tiene una autoestima perfecta, debemos tener en cuenta que podemos ser personas que nos valoramos negativamente en algunos ámbitos de nuestra vida y seguir teniendo una vida normal e incluso satisfactoria. Esto es posible siempre y cuando nos valoremos positivamente en otras facetas que se equilibran.
Sin embargo, cuando nuestra autoestima nos hace incapaces de relacionarnos adecuadamente como adultos, entonces debemos intentar corregirlo, si es posible con la ayuda de un psicólogo que nos acompañe en la terapia. Así podremos detectar qué áreas de nuestra autoestima están más dañadas y por qué entrenar habilidades sociales básicas que permitan tener en cuenta nuestras necesidades y derechos, y aprender modelos de relación adecuados para saber qué compromisos son razonables e inevitables para que las relaciones fluyan y no las confundamos con un patrón permanente de sumisión a los demás.
Formas de fortalecer la autoestima de una persona sumisa
Desarrollar su nivel de conciencia y juicio
Ayudar a detectar lo que creen que sienten, necesitan y les gusta si no lo tienen muy claro. A menudo es más fácil imitar lo que hace el otro para no pensar o no tener que decidir lo que quiere o no afrontar la responsabilidad de hacerlo. Si esto se vuelve demasiado intenso, la persona sumisa no sabe lo que piensa o lo que quiere, por lo que debe entrenarlo.
Dale espacio para que se exprese
No abrume. Interésese por ellos. Preguntarles qué piensan de las cosas y qué les apetece hacer, escucharlos, apoyarlos, reforzar aquellas posturas en las que estemos de acuerdo con ellos para que sepan que lo que les pasa o lo que quieren tiene un valor y que a veces es una experiencia compartida con nosotros.
Ayudarles a diferenciar el desacuerdo de la hostilidad
Mostrarles que pueden estar en desacuerdo con nosotros pero que eso no influye en nuestro afecto hacia ellos. En la raíz de la sumisión está el miedo a no ser aceptado si me muestro como soy o si no estoy de acuerdo con lo que alguien quiere. La persona sumisa necesita reforzar una experiencia suficiente de incondicionalidad en los afectos.
Dar ejemplos de comportamientos no sumisos
Ofrecerles modelos de asertividad que amplíen sus habilidades sociales y comunicativas. Esto se hace cuando educamos a niños y adolescentes y les enseñamos a ir de compras, a pedir cosas, a pedir disculpas, a realizar gestiones, etc. También podemos adaptar esto a un adulto, sin infantilizarlo, pero a un nivel tan básico como sea necesario. Se trata de darles herramientas que complementen el imprescindible trabajo de fondo que debe hacerse a nivel psicológico.
Buscar un buen terapeuta
Sugerir, si tenemos la suficiente confianza con esa persona y si detectamos que su patrón de conducta afecta negativamente a su bienestar de forma significativa, que puede ser interesante hablarlo con un psicólogo que le ayude a ver qué está pasando, por qué y cómo empezar a enmendarlo paso a paso. Una posibilidad cómoda, económica y completamente profesional es realizar una terapia online a través de una plataforma, donde se puede realizar una sesión informativa totalmente gratuita antes de ser asignado al psicólogo más adecuado para su caso.
Las personas sumisas se caracterizan principalmente por tener una baja autoestima y, por tanto, presentan importantes problemas a la hora de relacionarse de forma sana y madura. Esto se puede ver en su comportamiento y en su estado de ánimo, aunque en términos generales su comportamiento tiende a caracterizarse por la auto-sumisión y su estado de ánimo tiende a ser negativo.
Algunas personas son sumisas de forma muy generalizada. Sin embargo, otras pueden ser personas perfectamente maduras en algunos aspectos de su vida y completamente sumisas en otros, incluso pueden comportarse de forma muy autoritaria en algunas relaciones y de forma muy sumisa en otras.
Dada su complejidad, el ser humano es muy contradictorio, por lo que debemos determinar cuidadosamente a qué llamamos sumisión, en qué ámbito de la vida de una persona concreta la vemos, y también tener en cuenta si esa persona tiene la misma percepción que nosotros o no. Por supuesto, es importante dejar claro que, cuando en este artículo hablamos de personas sumisas y de sus características de personalidad, no nos referimos a aquellas personas que, de forma responsable, asertiva y consensuada (es decir, muy poco sumisas en el sentido que hemos definido al principio) asumen roles de sumisión en su vida sexual como una forma de obtener placer.