¿Qué le ocurre a tu cuerpo cuando piensas? Podría pensar que es una pregunta sencilla de responder: Un pensamiento son sólo palabras en su cerebro que le hacen hacer algo, ¿verdad? En realidad, esta pregunta ha atormentado a los científicos durante décadas y la respuesta precisa sigue siendo objeto de investigación.
Por esta razón, no es algo que pueda describirse claramente en un formato de diagrama de flujo. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es desglosar lo que sí sabemos sobre nuestros pensamientos y luego tratar de unir las piezas del rompecabezas para crear una imagen de lo que ocurre.
¿Qué es un pensamiento?
El primer problema a la hora de describir lo que ocurre en el cuerpo cuando se piensa es que no todo el mundo está de acuerdo con lo que constituye un pensamiento. A primera vista, probablemente pienses en un pensamiento como algo que te dices a ti mismo.
Por ejemplo, esta mañana, mientras estabas tumbado en la cama, puede que hayas tenido el pensamiento “no quiero levantarme”.
Dediquemos un momento a deconstruir ese pensamiento para intentar averiguar qué es exactamente.
¿El pensamiento “no quiero levantarme de la cama” es algo que apareció espontáneamente en tu mente? ¿O fue provocado por algo? ¿Es sólo un proceso físico de tu cerebro o la manifestación de algo más profundo como un alma, un espíritu u otra entidad?
Uf, hay mucho en lo que pensar. Y, según a quién preguntes, obtendrás respuestas diferentes.
Mientras que los científicos podrían aplicar la teoría reduccionista y predecir que los pensamientos son simplemente entidades físicas que pueden explicarse mediante cambios químicos en el cerebro, los filósofos u otros teóricos podrían argumentar una teoría más dualista según la cual tu mente está separada de tu cuerpo y tus pensamientos no son partes físicas de tu cerebro.
Aparte de eso, si queremos considerar lo que ocurre en nuestros cuerpos (o específicamente en nuestros cerebros) cuando estamos pensando, entonces tenemos que reconocer al menos que nuestros pensamientos pueden influir en nuestros cuerpos.
Sabemos que esto es cierto por varias razones. Por ejemplo:
- El estrés (o los pensamientos negativos) pueden empeorar las enfermedades físicas.
- El miedo puede provocar el aumento de ciertas sustancias químicas que nos preparan mediante la respuesta de “lucha o huida”.
- Los pensamientos inician reacciones en cadena que nos permiten contraer los músculos.
Puesto que sabemos que los pensamientos pueden influir en nuestro cerebro y en nuestro cuerpo, veamos exactamente cómo lo hacen y qué ocurre bajo el capó (en tu cabeza).
Anatomía de un pensamiento
Volvamos a ese pensamiento matutino: “No quiero salir de la cama”.
Los científicos dirían primero que el pensamiento que tuviste no fue espontáneo y aleatorio. En cambio, es probable que tu pensamiento fuera una reacción a algo que te rodea.
En este caso, podría haber sido el despertador, mirar el teléfono para ver qué hora es o escuchar algo, como el paso del camión de la basura, que le recuerda el paso del tiempo. En otros casos, los pensamientos pueden ser provocados por recuerdos.
Ahora bien, una vez que tienes ese pensamiento, ¿qué ocurre?
Algunos términos de la neurociencia
- Potencial de acción: Ráfaga repentina de voltaje causada por cambios químicos (forma en que las neuronas se señalan unas a otras).
- Neurona: célula nerviosa a través de la cual se envían señales
- Neurotransmisor: Mensajeros químicos liberados por las neuronas que les ayudan a comunicarse con otras células (por ejemplo, dopamina, epinefrina, norepinefrina)
- Corteza prefrontal: Parte del cerebro que interviene en la planificación, la personalidad, la toma de decisiones y el comportamiento social.
- Hipocampo: Parte del cerebro crucial en una variedad de funciones de la memoria.
- Sinapsis: Estructura que permite a una neurona (célula nerviosa) pasar una señal química o eléctrica a una célula objetivo.
El cerebro funciona de forma compleja, con muchas partes que se cruzan e interactúan entre sí simultáneamente. Así que, cuando tienes ese pensamiento por la mañana, es probable que todos estos diferentes componentes de tu cerebro (córtex prefrontal, hipocampo, neuronas, neurotransmisores, etc.) estén involucrados al mismo tiempo.
Si el resultado de tu pensamiento de que no quieres salir de la cama es que te echas las sábanas a la cabeza, ¿qué ha pasado para permitir esa acción? O si, en cambio, decides que necesitas levantarte y sales de la cama, ¿qué ha ocurrido de forma diferente?
Sabemos que cuando el cerebro toma una decisión, diferentes redes neuronales compiten entre sí. Finalmente, una de las redes se activa y produce el comportamiento deseado.
Esto ocurre a través de las células nerviosas de la médula espinal, llamadas motoneuronas, que se disparan y envían un impulso por su axón, que viaja hasta el músculo y provoca la acción: en este caso, que te tires las sábanas a la cabeza o que te levantes de la cama.
Pensamientos y emociones
¿Qué pasa con los efectos emocionales de tus pensamientos?
Sabemos que tus pensamientos pueden influir en los neurotransmisores del cerebro. El optimismo está relacionado con una mayor inmunidad a las enfermedades, mientras que el pensamiento depresivo puede estar relacionado con una menor inmunidad.
Por tanto, si te echas las sábanas a la cabeza y eso desencadena otros pensamientos como “estoy cansado”, “no puedo levantarme” o “la vida es dura”, las complejas interacciones de tu cerebro pueden enviar señales a otras partes de tu cuerpo.
En cambio, si te levantas de la cama y piensas: “Esto no está tan mal”, “Ya me pongo en marcha” o “Hoy va a ser un gran día”, las vías y señales que envían tus neuronas serán obviamente diferentes.
Todavía no conocemos todos los entresijos de estos procesos; sin embargo, basta con decir que tus pensamientos importan.
Tu cerebro recibe constantemente señales, ya sea del entorno exterior en forma de percepciones o de recuerdos de tu pasado. A continuación, activa diferentes patrones mediante ondas en el cerebro a través de miles de millones de sinapsis. De este modo, tus pensamientos se vuelven más complejos al interactuar con otros contenidos producidos por tus funciones cerebrales.
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Cómo regular tus pensamientos
No hace falta decir que tus pensamientos están vinculados a tus emociones de forma bidireccional. ¿Cuántas veces has experimentado una inyección de adrenalina después de tener un pensamiento de miedo? ¿Has ido a una entrevista de trabajo o a una primera cita y has sentido lo mismo?
Cada vez que tienes un pensamiento, se produce la correspondiente reacción química en tu mente y en tu cuerpo.
Es importante darse cuenta de esto porque significa que lo que piensas puede afectar a cómo te sientes. Y de la misma manera, si te sientes mal, puedes cambiarlo cambiando tu forma de pensar.
Si eso suena un poco raro, vuelve a la premisa de que los pensamientos son entidades físicas en tu cerebro (y no fuerzas externas espontáneas que no conectan con tu cuerpo).
Si aceptas el punto de vista científico de que tus pensamientos son partes físicas de tu cerebro y que cambiar tus pensamientos puede tener un efecto en tu cuerpo, entonces acabas de desarrollar un arma poderosa.
Pero un momento: Si nuestros pensamientos son siempre sólo reacciones a algo, ¿cómo podemos tomar el control y cambiarlos?
Por supuesto, tus pensamientos no surgen en el vacío. Por ejemplo, estás leyendo este artículo y obteniendo nuevas ideas que puedes poner en práctica para cambiar tus pensamientos.
Estás empezando a pensar de forma diferente.
Has empezado a alimentar tu cerebro con información diferente.
Te has rodeado de información que programa tu cerebro para que empiece a pensar de la manera que tú quieres.
Lo que esto significa es que, si quieres empezar a cambiar tus pensamientos, tienes que ser consciente de los desencadenantes de tus pensamientos y también de los patrones de pensamiento que tienes en respuesta a esos desencadenantes.
La próxima vez que estés tumbado en la cama pensando: “No quiero levantarme”, pregúntate qué ha desencadenado ese pensamiento.
Cómo cambiar tus pensamientos y cambiar tu cuerpo
Ten muy claro cuáles son los desencadenantes de tus pensamientos y tendrás el poder de cambiar tus emociones y tu salud. En el caso de la persona que no quiere salir de la cama, puede ser que el despertador haya desencadenado el pensamiento.
Tienes una asociación mental entre el despertador y el pensamiento “no quiero salir de la cama”.
Has llevado un surco mental en tu cerebro, por así decirlo, que conecta instantáneamente ese disparador con ese pensamiento. Así que, si quieres cambiar esa reacción, tienes que cambiar el desencadenante o romper la asociación con ese pensamiento.
Una forma de hacerlo sería obligarse a pensar en un pensamiento diferente cada mañana durante 30 días hasta que se convierta en la nueva reacción al desencadenante. Por ejemplo, podría obligarse a pensar “me encanta levantarme” cada día durante 30 días. Vea cómo funciona. Si ese pensamiento es demasiado poco realista, tal vez pueda intentar algo como: “No es tan malo levantarse. Una vez que me pongo en marcha, me alegro de haber madrugado”.
También puedes cambiar el sonido de tu alarma para que sea menos probable que tengas esa vieja reacción (el viejo pensamiento) a la vieja alarma.
Una vez que le cojas el tranquillo a esto, podrás aplicarlo en todos los ámbitos de tu vida.
¿Estás atrapado en un atasco y te sientes irritado y frustrado? El pensamiento “no soporto el tráfico” enviará señales de tu cerebro a tu cuerpo para que acelere tu respiración y tense tus músculos. En cambio, el pensamiento “no puedo controlar esto, será mejor que me relaje” enviará la señal a tu cuerpo para que se calme.
¿Preocupado por una próxima presentación? El pensamiento de preocupación “Esto va a ser horrible, estoy muy ansioso” te hará sentir pánico y nerviosismo, mientras que el pensamiento “Estoy haciendo todo lo posible, es todo lo que puedo hacer” te ayudará a enviar señales a tu cuerpo de que está bien estar tranquilo y relajado.
Lesiones cerebrales y pensamiento
Sabemos que las lesiones en partes específicas del cerebro dañan capacidades cognitivas concretas. Esto es interesante porque pone de manifiesto que los pensamientos son realmente entidades físicas que influyen en el cuerpo y son influidas por él. Las funciones cognitivas dependen de que todas las partes del cerebro funcionen correctamente; cuando estos sistemas se alteran, el pensamiento puede verse afectado.
Es un examen bastante largo y sinuoso de cómo los pensamientos influyen en lo que ocurre en el cerebro y en el cuerpo. Y está justificado porque todavía se desconoce mucho sobre el cerebro.
De hecho, si los científicos hubiesen trazado un mapa completo de los procesos del cerebro, es probable que estuviesen construyendo superordenadores que pudiesen replicar el cerebro.
Todavía habrá quien sostenga que los pensamientos son entidades separadas del cuerpo y que describir cómo los pensamientos tienen una influencia física es absurdo. Aunque es cierto que hay muchas cosas que todavía no entendemos sobre la mente, el cuerpo, el universo, etc., es bastante obvio que, como mínimo, los pensamientos pueden tener una influencia directa en las reacciones del cerebro y el cuerpo.
Esta es la base de muchas formas de terapia conversacional, como la terapia cognitivo-conductual. Y esto es algo bueno, porque significa que cuando uno se esfuerza por cambiar su forma de pensar, también está haciendo algo que puede tener un impacto positivo en su cerebro y su cuerpo. Y ese efecto puede ser un cambio duradero, sobre todo si estás abriendo nuevas vías neuronales que tienen resultados positivos.
La psicología cognitiva se enfoca en los pensamientos
La psicología cognitiva estudia los procesos mentales internos, es decir, todo lo que ocurre dentro del cerebro, como la percepción, el pensamiento, la memoria, la atención, el lenguaje, la resolución de problemas y el aprendizaje. Aunque es una rama relativamente joven de la psicología, ha crecido rápidamente hasta convertirse en uno de los subcampos más populares.
Esta investigación cognitiva tiene numerosas aplicaciones prácticas, como proporcionar ayuda para hacer frente a los trastornos de la memoria, aumentar la precisión en la toma de decisiones, encontrar formas de ayudar a las personas a recuperarse de las lesiones cerebrales, tratar los trastornos del aprendizaje y estructurar los planes de estudio para mejorar el aprendizaje.
Aprender más sobre cómo piensan y procesan la información las personas no sólo ayuda a los investigadores a comprender mejor el funcionamiento del cerebro humano, sino que permite a los psicólogos desarrollar nuevas formas de ayudar a las personas a afrontar las dificultades psicológicas.
Por ejemplo, al reconocer que la atención es un recurso selectivo y limitado, los psicólogos pueden encontrar soluciones que faciliten a las personas con dificultades de atención mejorar su enfoque y concentración.
Los descubrimientos de la psicología cognitiva también han mejorado nuestra comprensión de cómo las personas forman, almacenan y recuerdan. Al saber más sobre cómo funcionan estos procesos, los psicólogos pueden desarrollar nuevas formas de ayudar a las personas a mejorar sus recuerdos y combatir posibles problemas de memoria.
Por ejemplo, los psicólogos han descubierto que, aunque la memoria a corto plazo es bastante corta y limitada (dura sólo entre 20 y 30 segundos y es capaz de retener entre cinco y nueve elementos), las estrategias de ensayo pueden mejorar las posibilidades de que la información se transfiera a la memoria a largo plazo, que es mucho más estable y duradera.