El fatalismo es la creencia de que los acontecimientos están predeterminados por el destino y que los seres humanos no pueden hacer nada para cambiarlos.

Los fatalistas creen que todo lo que ocurre ya ha sido decidido por algún poder superior, y que no hay nada que podamos hacer para cambiarlo. Esto puede tener varios efectos en la perspectiva de una persona. Por un lado, el fatalismo puede ser positivo cuando lleva a una persona a aceptar acontecimientos que realmente están fuera de su control, de modo que su visión se ajusta a la realidad.

En otras situaciones, el fatalismo puede conducir a un sentimiento de resignación y desesperanza, ya que las personas pueden pensar que no tiene sentido intentar cambiar nada porque no va a cambiar nada.

Otro término que a veces se utiliza indistintamente con fatalismo es determinismo. Se trata de la creencia de que todos los acontecimientos están determinados por causas que ya se han puesto en marcha. Por ejemplo, si alguien cree que todo su futuro está determinado por su pasado, entonces es un determinista.

Historia del fatalismo

El concepto de fatalismo existe desde hace muchos siglos y se remonta a los antiguos griegos. Uno de los primeros ejemplos conocidos es el del filósofo Aristóteles, que dijo: “Lo que es, necesariamente es, cuando es; y lo que no es, necesariamente no es, cuando no es”. Esta idea fue recogida más tarde por los estoicos, que creían que los humanos debían aceptar lo que va a suceder, ya que es imposible cambiarlo.

Durante la Edad Media, el fatalismo se utilizaba a menudo para dar sentido a las catástrofes naturales u otros sucesos que no podían explicarse. Por ejemplo, si una ciudad era azotada por una plaga, se consideraba un acto de Dios que no podía evitarse.

El fatalismo también se ha utilizado como filosofía política, y algunos líderes lo han empleado para justificar sus acciones. Por ejemplo, Napoleón Bonaparte creía que estaba destinado a gobernar el mundo. Esta creencia también puede verse en algunos regímenes autoritarios, en los que los que están en el poder creen que están destinados a gobernar, y cualquiera que se les oponga está luchando contra el destino.

El fatalismo como constructo psicológico-cultural

Estudios anteriores han demostrado que los valores humanos -más precisamente etiquetados como orientaciones de valores básicos- tienen una influencia mediadora en la aparición de consecuencias traumáticas posteriores (Maercker et al., 2009; Zimmermann et al., 2014). Las formas tradicionales de estas orientaciones de valores (por ejemplo, conformidad, benevolencia, orientación a las costumbres) aumentan el estrés postraumático a través de una cascada de factores concomitantes, como una menor revelación del trauma y un escaso reconocimiento social como víctima o superviviente, mientras que las orientaciones de valores modernas (por ejemplo, logro, hedonismo, estimulación) alivian estas tensiones de forma mediada (Maercker et al., 2009). En el campo de la psicología cultural, existen otros hallazgos sobre la asociación entre las orientaciones de valores y la gravedad del TEPT. Orientaciones de valor que pueden considerarse principios rectores o motivadores en la vida de grupos o individuos (Schwartz, 2012; Welzel & Inglehart, 2010). Del mismo modo, se ha encontrado que los supuestos básicos sobre el mundo están asociados con el trauma psicológico (Janoff-Bulman, 1989).

El fatalismo se ha propuesto teóricamente como un tipo de sistema de creencias global o “axioma social” (Leung et al., 2002). Esta categorización significa que dicho sistema de creencias se desarrolla a partir de la transacción entre una persona cognitiva y emocionalmente activa y su entorno físicamente restrictivo o socialmente estructurado (Hui y Hui, 2009). Describir el fatalismo de este modo parece tener sentido, porque lo sitúa en una matriz más amplia de constructos psicológicos: entre las orientaciones de valores básicos, por un lado, y las dimensiones de personalidad psicológicamente bien descritas, por otro (Leung & Bond, 2009).

Sin embargo, hasta ahora apenas hay estudios directos sobre la posible conexión entre el fatalismo y las consecuencias del trauma, solo en el área relacionada de la investigación de los peligros naturales (Baytiyeh & Naja, 2016; McClure, Sutton, & Sibley, 2007). Por el contrario, en los últimos años se han realizado numerosos estudios sobre el fatalismo en los campos de la oncología (Kobayashi & Smith, 2016) y la diabetología (Egede & Bonadonna, 2003; Walker et al., 2012).

Además de un anclaje conceptual más profundo, el enfoque de la psicología cultural también proporciona herramientas metodológicas para el examen empírico del concepto de fatalismo. Esto implica la equivalencia de medida para la evaluación de los conceptos de medida en diferentes culturas (Horn y Mcardle, 1992). La comprobación de la invariancia de la medición garantiza así que el constructo actual de fatalismo pueda compararse de forma exhaustiva o en versiones modificadas entre naciones o culturas. Se da una calificación si existe una estructura similar del modelo para todos los países. Se alcanzan grados de equivalencia débil, parcialmente fuerte o fuerte cuando se pueden alcanzar otros parámetros estadísticos (es decir, cargas factoriales similares, interceptos). El constructo de fatalismo -en una operacionalización más amplia y otra más estrecha- había sido investigado en México y Estados Unidos, pero no había sido probado hasta ahora para otros países (Esparza, Wiebe y Quiñones, 2015). Su operacionalización más estrecha se aplicará en el presente estudio con su escala de seis ítems.

Como ocurre con casi todos los constructos psicológicos, no se puede suponer que el fatalismo tenga una noción pancultural uniforme. Esto se corresponde con las diferentes facetas del fatalismo elaboradas anteriormente en la definición de fatalismo, por ejemplo, fe determinada frente a fe negociable. El constructo estrechamente relacionado con el control del destino examinado por Leung y Bond (2009) tampoco mostró una fuerte invariabilidad en una comparación de once países (Leung et al., 2012) (lo que llevó a que en la última versión de los axiomas sociales se examinen dos subconstructos de determinismo del destino y alterabilidad del destino; Leung et al., 2012).

Signos de fatalismo

El fatalismo puede observarse en muchos ámbitos diferentes de la vida. Por ejemplo, algunas personas pueden tener una actitud fatalista hacia su trabajo, creyendo que no pueden hacer nada para cambiar su situación. Esto puede hacer que se sientan infelices y desmotivadas en el trabajo.

Otras personas pueden tener una visión fatalista más general de la vida, creyendo que todo está predeterminado y que no tienen ningún control sobre su propio destino. Esto puede llevarles a sentirse desesperanzados y resignados, ya que pueden pensar que no tiene sentido intentar mejorar su situación.

Sin embargo, el fatalismo también puede dar a alguien una mayor sensación de paz ante una situación. Por ejemplo, en lugar de culparse por todo lo que va mal en la vida, puede darse cuenta de que no tiene control sobre todo y tener mayor compasión por sí mismo y por los demás.

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Tipos de fatalismo

El fatalismo puede clasificarse en función del nivel de control que se cree posible. Este tipo de distinción suele hacerse para el determinismo, pero puede aplicarse igualmente al fatalismo.

El fatalismo duro refleja la creencia de que los seres humanos no tienen control sobre su propio destino y que todo está predeterminado. Esto significa que las personas creen que no pueden hacer nada para cambiar el curso de su vida, hagan lo que hagan.

El fatalismo blando es la creencia de que los seres humanos tienen cierto control sobre su destino, pero que todavía hay algunas cosas que están predeterminadas. Esto significa que las personas pueden creer que pueden influir en su propio destino hasta cierto punto, pero que todavía hay algunos acontecimientos que están fuera de su control.

El fatalismo moderado es la creencia de que los seres humanos tienen un grado significativo de control sobre su propio destino, pero que todavía hay algunas cosas que están predeterminadas. Esto significa que las personas pueden creer que pueden influir en su propio destino en gran medida, pero que todavía hay algunos acontecimientos que están fuera de su control.

Implicaciones del fatalismo

Las implicaciones del fatalismo dependen de cómo alguien utilice esta creencia y de los efectos que tenga en su salud mental.

Dependiendo de la situación, el fatalismo puede tener efectos positivos, negativos o neutros sobre la salud mental.

Efectos positivos del fatalismo

Las personas pueden utilizar el fatalismo y experimentar efectos positivos en su salud mental. Por ejemplo, si solicitas plaza en una universidad y no la consigues, puedes creer que hiciste todo lo que pudiste (en lugar de culparte por no conseguirlo). Esta perspectiva es más acorde con la realidad de que no tenías el control último sobre si la universidad te aceptaba o no.

Otro ejemplo es que un ser querido haya fallecido a causa de una enfermedad. En lugar de culparle por no haber ido antes al médico o culparte a ti mismo por no saber que estaba enfermo, podrías adoptar una perspectiva fatalista y creer que no había nada que nadie pudiera haber hecho para evitarlo.

Liberar el control en algunas situaciones puede ayudarte a aceptar y sentir una mayor sensación de paz ante las cosas difíciles que ocurren en la vida.

Es posible que hayas observado fatalismo en personas con creencias religiosas; por ejemplo, alguien que siempre atribuye los sucesos trágicos a un poder superior o que cree que “todo ocurre por alguna razón”. De hecho, la investigación ha descubierto que el fatalismo está relacionado con índices más altos de satisfacción vital en personas con creencias religiosas que en personas menos religiosas.

Efectos negativos del fatalismo

El fatalismo también puede tener efectos negativos. Por ejemplo, las personas que tienen una visión fatalista pueden ser más propensas a correr riesgos, como no seguir las normas de seguridad vial, ya que pueden creer que eso no cambiará nada. El fatalismo también puede provocar sentimientos de resignación y desesperanza en los pacientes con cáncer, ya que pueden sentir que no tienen control sobre su propio destino o resultado.

El fatalismo también puede tener un impacto negativo en la salud mental, ya que puede provocar ansiedad y depresión. Esto se debe a que el pensamiento fatalista puede hacer que las personas se sientan estancadas en su situación actual y crean que nunca podrán mejorarla.

Si le preocupa tener una visión fatalista de la vida, hay algunas cosas que puede hacer para cambiar su forma de pensar. Por ejemplo:

Puedes intentar ser más consciente de las cosas sobre las que sí tienes control y centrarte en hacer cambios positivos en esas áreas.

Puedes intentar cuestionar tus creencias sobre el destino y explorar la posibilidad de que tengas más control del que crees.

Es importante recordar que el fatalismo no es más que una creencia, y que es posible cambiar de pensamiento si se quiere. Si tiene dificultades para enfrentarse a su pensamiento fatalista y éste afecta a su vida diaria, es importante que busque ayuda de un profesional de la salud mental.

Conceptos relacionados con el fatalismo

A continuación, se presentan algunos conceptos que son similares al fatalismo y que pueden ser útiles para comprenderlo.

Determinismo

El fatalismo a menudo se contrapone al determinismo, que es la creencia de que, aunque nuestras acciones pueden estar determinadas por causas previas, aún tenemos cierto control sobre ellas. Por ejemplo, un determinista puede creer que es imposible evitar todos los accidentes de coche, pero aún, así podemos tomar medidas para reducir la probabilidad de tener uno, como ponernos el cinturón de seguridad.

Predestinación

El fatalismo también es diferente de la predestinación, que es la creencia de que algunas personas están destinadas a la salvación o a la condenación independientemente de sus acciones. La predestinación no implica necesariamente fatalismo, ya que las personas pueden tener cierto control sobre su destino.

Libre albedrío

El fatalismo y el libre albedrío son dos conceptos opuestos. El fatalismo es la creencia de que todo está predeterminado y que no tenemos ningún control sobre nuestro propio destino. El libre albedrío, por otro lado, es la creencia de que tenemos el poder de elegir nuestras propias acciones y que no estamos predeterminados por la suerte o el destino.

Optimismo

Es importante señalar que el fatalismo no debe confundirse con el optimismo. El optimismo es la creencia de que sucederán cosas buenas, incluso ante la adversidad. El fatalismo, en cambio, es la creencia de que todo está predeterminado y que no tenemos ningún control sobre nuestro destino.

Puede ser una práctica útil fijarse en cómo responden tus pensamientos ante circunstancias difíciles o trágicas de la vida. Aunque puedes utilizar el pensamiento fatalista para sentirte mejor con tu situación, es posible que el fatalismo también tenga efectos negativos. Es importante recordar que en la vida hay un equilibrio entre las cosas que controlamos y las que no. Si te resulta difícil hacer frente a pensamientos inútiles o negativos, busca ayuda de un profesional de la salud mental.

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